La intolerancia social es el peor de los caminos para intentar solucionar los problemas que afectan a una comunidad. Con violencia, escraches o repudios no se alcanza a visualizar cuál es la salida más conveniente ante un conflicto, y lo más probable es que se contribuya a empeorar la situación a tal punto que luego no queda más remedio que la intervención de la fuerza pública para controlar lo que pudo solucionarse con el diálogo.

Vivimos en un país donde todo se cuestiona y se critica, sin analizar previamente cuales son los motivos que han llevado a que algo no funcione correctamente y cuales las causas que se han desencadenado para llegar a tal estado de cosas. Es una realidad de que todos tenemos derecho de reclamar la solución de los problemas que nos aquejan, pero también es cierto que ese reclamo debe ser efectuado con respeto, evitando las manifestaciones de violencia a las que generalmente estamos acostumbrados.

Aspectos sociales, económicos, políticos y de carácter deportivo generan en la ciudadanía distintas opiniones enfrentando a los sectores que las emiten. Esto hace que tengamos que vivir en permanente conflicto, porque se emplean los mayores esfuerzos para confrontar y no en tratar de unificar criterios en busca de encontrar soluciones por la vía del consenso.

Los escraches a los funcionarios y políticos, las quejas por la prestación de los servicios, los reclamos por las políticas habitacionales y de diversos órdenes, especialmente respecto a la seguridad, y la organización de encuentros populares, son algunos de los temas que se instalan con el fin de tener motivos para la confrontación sistemática. Es cierto que a los problemas hay que solucionarlos y que para ello están los gobernantes quienes reciben mas mayores criticas, pero también es una realidad que todos los países tienen este tipo de inconvenientes y que no por ello el pueblo apela a la reacción intempestiva, como el corte de calles.

Ha llegado el momento de poner más esfuerzo en avanzar sobre la solución concreta de los problemas con aportes sectoriales y no solo señalar la inacción. El sentido común indica que en la ecuación ensayo-error está la clave para encontrar la forma de que el país avance sin detenerse en luchas intestinas y estériles que, como ya ha quedado demostrado, no conducen a nada positivo.