La verdad que se plantea no es ya la legalidad del aborto, sino la legalidad de la muerte. La muerte es un hecho natural, cuando el hombre toma partida en ella acaece el crimen, sin embargo, el aborto no es un hecho natural, es una acción provocada por el hombre con el objetivo de interrumpir y eliminar la vida del concebido. A lo largo de toda la historia de la humanidad el hombre siempre procuró de cualquier forma y bajo cualquier circunstancia salvar la vida, sin embargo hoy, quienes dan origen a la vida misma, quienes son madres y otros más, inexplicablemente la quieren eliminar. Evidentemente hay algo que está incomodando a cierto grupo de mujeres y hombres y justamente es su condición, la condición de tener que dar a luz o más bien la de no permitir dar a luz o el hecho de tener que resolver una responsabilidad, respectivamente. Desgraciadamente la ignorancia y la trivialidad del hombre identifican sus pasiones por el ataque a seres que son indefensos. La Argentina, el resto de Latinoamérica y el Mundo se preocupa de temas tales como la colonización, la soberanía y la invasión económica o cultural cuando al lado se tiene el daño más grave que este mismo podría cometer, arremeter contra la misma generación de la vida.


Tan absurda y necia es la posición sobre el "derecho a decidir sobre su cuerpo'' que ni siquiera reparan que su propio cuerpo sostiene una vida que no les pertenece y que es independiente como ser en su existencia.

"La insistencia de las mujeres de pañuelo verde marca un contrasentido con la vida de ese ser que lo único que quiere es abrirse camino para nacer.''

El empeño en querer una y otra vez insistir para que el aborto sea legal, seguro y gratuito es la cara visible de quienes no saben ni conocen que es la ley, la seguridad y la gratuidad y cuáles son sus fundamentos para establecer un orden, una certeza y una ventaja para quienes llevan o tienen una vida inmersa en la maraña psicológica del desconcierto, alterada por el libertinaje sexual, el desacuerdo con el compromiso y la responsabilidad y el abandono por el otro. Quienes profesan esta posición han construido una religión basada en el sacrificio y el culto a la sangre y la mutilación de un cuerpito en formación, basada en la idolatría del egoísmo y la codicia por la miseria humana. Quien proclama el aborto, ajustician su deseo material de respuesta a una conciencia vacía. Esta especie de moral vana tiene su correlato en el pensamiento de Sartre. Así es como el hombre se convierte en un ser autónomo, se otorga sus propias leyes, valores, lenguaje, depende de sus propios impulsos y deseos, muchas veces más fuerte que su propia decisión. Pero para ser totalmente libre de determinaciones, lo primero que Sartre debe abolir es la propia esencia. Pues, un hombre que procede de nada, sin procedencia, sin esencia que le limite, debe ser capaz de crearse a sí mismo o capaz de cambiar su propia realidad, su condición, incluso, decidir sobre su existencia o al extremo de decidir sobre la existencia de los demás. En este sentido, se comprende también que en Sartre la negación de Dios es un presupuesto necesario para la afirmación de la libertad en el hombre.


Aunque no sepamos en qué momento Dios infunde el alma espiritual o bien neguemos la existencia de Dios, si sabemos desde que momento una mujer ya es madre. Por lo tanto el problema es que la mujer no quiere aceptar que es madre y que serlo significa cambiar su vida, su tiempo y su forma de pensar por el hijo. Significa dar todo su corazón y entregar todas sus fuerzas desde el primer instante de vida del concebido; significa tener una razón de ser para el resto de su vida y no abortar para no saber o negar saber que tiene que hacer con su vida y con la vida de quien lleva en su ser.

Por el Prof. Mario Correa D'Amico
Filósofo y pedagogo, profesional de la educación con doctorado y especialización en el Área.