Permanecer esclavos de la coyuntura pareciera ser el designio y/o maleficio que se ha conjurado sobre el Estado argentino del que no nos podemos librar, como bien lo atestigua la historia contemporánea de nuestro país. Un sistema social deficiente o más, precisamente, con un criterio de valor cívico, vale decir, que se manifiesta en la vida de relación absolutamente obsoleto e ineficaz, que le imprime lógicamente esa impronta al sistema institucional. Como corolario de tal premisa emerge una clase de dirigencia política manifiestamente incapaz de generar modificaciones estructurales y definitivas a lo largo de este proceso histórico signado por la coyuntura que se manifiesta en términos prácticos en el deterioro de la capacidad de producción, de intercambio y de competencia internacional, que en esta última década la pretérita conducción política fraguó acudiendo a la pueril maniobra de emisión monetaria desproporcionada, empero, con negación dogmática de sus efectos colaterales, que en países cuyos modelo ‘revolucionario” se seguía están devastados. Tal entrevero le estalló al actual gobierno cuya magnitud estamos sintiendo, empero, que este no supo diagnosticar acertadamente, respecto del cual, a esta altura se cierne el gran interrogante de si tiene la idoneidad suficiente para lograr encausar la economía argentina, acudiendo a metodologías eficaces con carácter sustentable y definitivas que dejen atrás la coyuntura y lo transitorio. Ciertamente que se trata de una tarea cíclope que requiere de una enorme capacidad técnica, política, etc. para remover los criterios absurdos que nos mantienen atados a la decadencia y la recurrente emergencia.

Elevar la mirada por encima de la coyuntura es una cuestión que demanda el grado actual de desarrollo del conocimiento, que exige desterrar de una vez y para siempre el nefasto rol ciudadano generador del estigma que ha marcado el decurso del Estado argentino. Comportamientos cívicos dentro del sistema social motivados en un criterio de valor idóneo que reviertan la errónea significación institucional que se le asigna a la convivencia organizada. La razón de ser del Estado lo constituye la posibilidad concreta de proporcionar bienestar social. Es crucial entender, para así adquirir conciencia, de que tal cuestión solo se canaliza mediante el funcionamiento óptimo del sistema institucional, internalizar ese dato que se vea reflejado en nuevas pautas axiológicas de conductas concretas constituye el único elemento por el cual se puede cambiar estructuralmente nuestra realidad histórica. Además del comentario y la información sobre cuestiones de gravedad institucional es imprescindible que el sistema social comience a rechazar toda conducta antisistema bajo la certeza de que sólo con ese temperamento se define de manera efectiva la calidad de vida de todos.

La realidad contemporánea argentina no es el producto del azar, como mencionáramos al comienzo, es la determinación del gravísimo error de criterio sociocultural del sistema social argentino respecto del sentido y relevancia decisiva que tiene la estructura institucional, como único instrumento práctico para la consecución de logros definitivos en el orden político y económico.

Dr. Marcelo Abarca Gómez,
Abogado – Mat. 2082.