Se dice que las palabras "sunchos van" era la contraseña que indicaba que el gobernador Amable Jones iría a Pocito. Allí lo esperaba un piquete de hombres que luego lo ultimarían; de igual manera, la señal para el estallido de la revolución del 21 de febrero de 1934 declamaba sarcásticamente: "¿Se vende la cosecha? ¡Si Dios quiere!". Era una consigna muy acertada de acuerdo a las ideas de quienes dirigieron aquella sangrienta asonada, que terminó con la gobernación de don Federico Cantoni, la cual sucedió hace 90 años. Fue una cruenta batalla que hizo eclosión en nuestra plaza principal y que dejó muchas víctimas de ambos bandos. La oposición que depuso al gobernador se nucleó en la llamada "Junta Revolucionaria" y estuvo constituida por integrantes del Partido Demócrata Nacional o conservadores, miembros de la Liga de Defensa de la Propiedad y de la Federación de Viñateros, algunos radicales, e incluso socialistas. 

De acuerdo a lo expresado por la historiadora Susana Ramella, aquel miércoles tórrido don Federico culminó sus tareas al mediodía en la Casa de Gobierno, situada hacia el Este de la Plaza 25 de Mayo. Luego, y acompañado por sus custodias y algunos amigos, ascendió a un auto junto a su secretario, siendo seguido por otro automóvil en el que iba el Jefe de Policía, José Agustín Tourrés. Cuando circulaban por calle General Acha, frente a la entonces Unión Telefónica, se oyeron tiros, uno de ellos fue disparado desde la casa de Indalecio Carmona Ríos. 

Ante el inició del hecho, del cual se tenían datos, el gobernador desesperado gritó: "¡Paren el coche!", desenfundando su revólver, precipitándose luego al piso del auto junto a su secretario. En esos momentos fue herido de muerte Tourrés, quien arrojadamente bajó del auto, arma en mano, para defender a don Federico, pero recibió un balazo mortal en la cabeza. Este hombre salvó la vida de Cantoni en primera instancia, tal como lo expresó su hija Gilda Tourrés en una carta a este diario (7 de enero de 2000). No obstante, el gobernador fue herido cuando una bala le rozó su cabeza, brotando abundante sangre. 

Nuevamente hubo disparos dirigidos siempre a Cantoni, uno de ellos impactó en su cadera. En ese estado pidió que lo llevaran al hogar de un hombre de apellido González, quien vivía a corta distancia de donde sucedía la balacera.

Con cordura, y por suerte, el gobernador finalmente fue trasladado a la casa de un médico, el Dr. Alfredo Rodríguez Riveros, justamente su opositor, para curarle las heridas. A los pocos minutos se oyeron golpes, entonces el doctor intentó abrir la puerta, pero el acompañante del gobernador, García Córdoba, lo impidió apuntándole con su arma a él y a su esposa. 

Cantoni, herido como estaba, exclamó: "¿Como creen ustedes que nos vamos a dejar matar como perros? (…) Si abre la puerta vamos a morir todos aquí encerrados…". Es así que en ese consultorio pasó el resto del día y la noche, para luego a la mañana ser custodiado por las tropas que ya habían llegado, retornando a su casa. Allí lo atendió un médico llamado Rubén Díaz, para finalmente irse a Mendoza. En tanto, el tiroteo continuó, habiendo francotiradores en puntos estratégicos, quedando la defensa a cargo del propio hermano de don Federico, Aldo.

El tiroteo duró casi 8 horas. Luego y como ocurrió en otras gestiones cantonistas, sobrevino la intervención del Ejército, haciéndose cargo del gobierno provisoriamente el General Juan Ramón Jones, hasta la llegada del Almirante Ismael Galíndez.