‘Si volver es una forma de llegar‘, se pregunta Alejandro Lerner en la letra de Todo a Pulmón, su canción más célebre. En el estribillo canta otros dos conceptos clave; la salida y la llegada. Los problemas que está sufriendo en estos días la gran urbe de Buenos Aires llamada AMBA, que une a la Ciudad Autónoma con los primeros cordones industriales de la provincia para sumar casi 17 millones de habitantes, muestran el daño de una historia que promovió la gordura de la llegada antes que el crecimiento de la salida. El 37 por ciento de la población del país en apenas 2.590 km2. Millones de provincianos que fueron emigrando de su geografía de origen para no encontrar más que pobreza y desamparo guiados por la expectativa de tomar aunque fuera una pequeña parte de la riqueza destilada por esa gran ciudad.

‘Este problema no existe en el mundo, no hay antecedentes‘ dijo Alberto Fernández al referirse a que epidemiólogos y científicos argentinos estarían tratando de resolver, hasta ahora sin éxito, la diseminación del Covid 19 en las villas populares del Gran Buenos Aires. Es la flagrante evidencia del drama de la superpoblación de la zona del Puerto y el despoblamiento del interior.

La tragedia económica que se avecina y que promete dejar sin trabajo a gran parte de aquellos que viajaron a prestar servicios personales persiguiendo la ilusión del ascenso social es posible que despeje las mentes y patrocine el regreso sin gloria de tantos que viajaron en busca de la felicidad.

La velocidad de las comunicaciones actuales que permiten que una plaga se extienda a la velocidad de los aviones, augura un futuro en el que esto puede volver a pasar en cualquier momento. El 95 por ciento de los contagios por coronavirus se dan en ese pequeño punto de pocos kilómetros pero de multitud de habitantes.

Años atrás, debí radicarme temporalmente en un departamento de Palermo y se rompió una persiana. Ese edificio tiene varios encargados que atienden tareas de reparación. Me tocó un formoseño que dijo vivir en Varela, bien al sur de la provincia, colectivo hasta Banfield, tren hasta Constitución, subte haciendo combinación en Diagonal Sur para volver a tomar otro subte hasta Plaza Italia. Ahora descubren que el problema de los contagios está en el transporte. ¿Cómo podría prescindir de esa cadena de viajes este amigo para conservar su empleo? Imagino lo que sería en auto, peor en moto e impensable en bicicleta. No habrá científico social que pueda resolver ese problema. Pero seguramente volverá a tomarse el camino equivocado como aquella vez que se concedió un subsidio llamado Fondo del Conurbano Bonaerense durante la gestión del gobernador Duhalde, algo así como un millón de dólares diarios para promover la mejora de vida de tantos provincianos que emigraron con la expectativa del crecimiento personal.

Es de temer que se tropiece con la misma piedra y se intente alguna fórmula que no hará más que consolidar una situación insostenible en lo inmediato y no sustentable a futuro en lugar de buscar alternativas para promover que la gente se quede en sus distritos. Es el interior el que genera riqueza porque Buenos Aires no genera nada, es solo la salida por el puerto. Una vez que se intentó cambiar la ecuación con las sucesivas promociones industrial, turística y agrícola fueron ferozmente atacadas desde quienes hoy sufren las consecuencias de esa macrocefalia de la Capital y de la red de caminos que llevan todos al mismo destino. Aquél programa derivaba impuestos que se transformaban en inversión para crear empleos de calidad y justificar la radicación hacia adentro y en la Patagonia.

En lugar de prevenir el problema del éxodo hacia Buenos Aires, se trata de suministrar remedios en la gran urbe superpoblada donde resulta incómodo vivir y ahora también peligroso. Ahora se ve que el traslado de la Capital al sur, la descentralización, no era tan mala idea, al punto que tampoco era original, ya se había hecho con ciudades ad hoc como Brasilia y Washington. Por si fuera poco está la cuestión electoral que condicionará a los sucesivos gobernantes hasta que aparezca algún patriota que se disponga a pagar los costos necesarios para cambiar este diseño perverso. Buenos Aires y Capital concentran el 46% de todos los votantes de Argentina y la última reforma constitucional que legisló el voto directo para Presidente y Senadores acabó con el último fragmento de federalismo. Mandatarios que llegaron desde La Rioja y Santa Cruz no han influido demasiado, ambos se encandilaron por las luces de colores y adquirieron rápidamente ciudadanía y costumbres porteñas. Siempre se terminó subsidiando la llegada y no la salida y ahora se advierte que son inevitables las consecuencias y el resultado.

Lo novedoso del caso es que el Presidente arroja un problema creado por la política para que lo resuelvan los científicos, casi como si les atribuyera el carácter de magos. Muchas veces antes se les consultó y dijeron lo mismo que dice esta nota, también hubo economistas que predijeron que se engordaba un problema que a la larga no tendría solución. Bien, estamos ahora frente a esa realidad, no tiene solución. Si se aísla a los barrios enfermos como ghetto es inhumano, si se deja que sigan con su vida las consecuencias serán incontrolables, si se continúa con el aislamiento que hace rato dejó de ser cuarentena se viene la protesta social de quienes no tienen reservas para subsistir, si se los asiste con alimentos y medicamentos, nunca tendrá el Estado recursos suficientes sobre todo ahora con el país parado. Parece que llegó el momento de escuchar al poeta. Para los ‘cabecitas negras‘, como se supo llamar a los obreros del interior, volver es una forma de llegar.