La Organización Mundial de la Salud (OMS) eligió el 14 de junio como el Día Mundial dedicado a reconocer los millones de personas que, al donar sangre, salvan vidas y mejoran la salud de muchos. De 80 países con un bajo índice de donaciones de sangre, en los que hay menos de 10 donaciones por cada mil personas, 79 son naciones en desarrollo.

La donación de sangre y su utilización fue el comienzo de las muchas innovaciones médicas que hoy permiten salvar por año 13.000 niños y 19.000 adultos. Llama la atención que en la Argentina, un país cuya población se ha mostrado profundamente solidaria, se registre menos de un millón de donaciones anuales de sangre, cuando el sistema de salud requeriría 1.500.000 para alcanzar la autosuficiencia en glóbulos rojos. Entre nosotros, el sistema predominante es la donación por reposición, es decir, un 90%, pero el mundo avanza ahora hacia un nuevo paradigma: la donación habitual, voluntaria y solidaria de sangre, organizada por los propios bancos de sangre según sus necesidades. Esto es factible mediante un programa activo de convocatoria de donantes verdaderamente voluntarios y, mejor aún, repetidos de sangre, lo cual permite obtenerla más segura, en mayor cantidad y con una menor prevalencia de infecciones transmisible por transfusión.

Aún no se alcanza la cifra ideal de donaciones voluntarias porque todavía existe falta de información y muchos mitos asociados con este solidario acto, aunque hay que reconocer también que en la actualidad el Nordeste, Buenos Aires y algunas provincias patagónicas lideran la lista de donación voluntaria. La tarea de información y docencia sigue siendo irreemplazable. Hay que enseñar que, como la sangre no se fabrica ni se vende ni se compra, la única forma de obtenerla es a través de las donaciones voluntarias. Bastaría con que sólo el 5% de nuestra población cediera su sangre dos veces al año para que no hubiera problemas de stock. Las estadísticas son taxativas: nueve de cada diez argentinos necesitarán en alguna oportunidad sangre, para sí o para algún familiar, y justamente deberá hacer los trámites en uno de los momentos más difíciles, es decir, cuando la vida de un ser querido está en riesgo.

En la solidaridad y en la información de las generaciones futuras se basa también, la esperanza de salvar vidas.