La paternidad del siglo XXI es un modelo diferente, hay muchos aspectos de cambios con respecto al modelo anterior que deben considerarse positivos, como la mayor cercanía para con los hijos con los cuales se comparte más tiempo. Hoy los padres comprendemos la necesidad de participar de manera más activa en la cotidianidad educativa y la crianza de nuestros hijos ya que hasta no hace mucho la función o el rol de padre estaba restringida a la de meros "proveedores de bienes materiales".
La creciente ocupación de la mujer parece uno de los principales motores de la resignificación del rol paterno debido a que en los tiempos actuales y presentes la crianza es compartida. En gran parte ambos padres están más presentes porque así lo demandan las actividades de las madres. Hace 20 años atrás la mujer trabajaba en su mayoría para poder darse los gustos, pero en la actualidad su aporte es fundamental en el hogar para con su familia. Los padres actuales son más protagonistas en la vida de sus hijos, el modelo general es parecido al anterior; participan no sólo porque la obligación así lo requiere sino porque por decisión propia quieren hacerlo, siendo esto una manifestación de amor y seria preocupación en el cuidado de sus hijos, convirtiéndose en un nuevo vínculo que ciega, con ciertos permisos emocionales que antes eran restringidos sólo a la sensibilidad femenina. Hoy podemos confirmar que el concepto de "los hombres no lloran" ya prescribió… transformándonos en padres más demostrativos debido a que los adultos de hoy recibimos el afecto de nuestros padres con pocas palabras y sólo algunos gestos, pero la situación actual es diferente, como padres dimos un paso al frente y decirnos "te quiero mucho"… y no sentimos vergüenza, como hombres rescatamos el costado más sensible tanto es así que nos sensibilizamos más que las mujeres frente a determinadas vivencias de los hijos no siendo esto actitud de fragilidad, sino un mero acto de amor.
El protagonismo de la mujer fuera de la casa se dio de manera vertiginosa y la adaptación del varón no se acopló al mismo ritmo, generando un replanteo de la masculinidad en la función paterna, siendo los hijos los únicos beneficiarios de la riqueza masculina y femenina compartida en una crianza saludable.
La madre debe propiciar el espacio para que los hijos se comuniquen con el padre dejando de ser una eterna intermediaría, la excesiva presencia de la misma, genera una ausencia paterna, en la separación de hecho o divorcio, esto cambia el día a día "una de las complejidades más usuales se da cuando ambos compiten por ganar la preferencia de los hijos…" para ello se utilizan concesiones que generalmente traen consigo resultados negativos a largo plazo.
Somos muchos los padres que ante la situación de separación hacemos arreglos para estar presentes, por ende pedimos justicia en una "tenencia compartida", para no ser en la vida de nuestros hijos no sólo visitantes o simples depositarios de cuotas alimentarias. Deseamos cumplir un rol absolutamente protagonista en la crianza y el crecimiento de nuestros hijos aplicando un sin fin de estrategias posibles y saludables en beneficio de todos los miembros de la familia, para ello debemos establecer nuevos acuerdos recordando el rol que cada uno ocupa manteniendo siempre una actitud adulta, buscando lo mejor para nuestros hijos, aunque no siempre eso signifique lo mejor para nosotros. De esta manera las consecuencias inevitables y futuros daños psicológicos que pueden llegar a afectar a nuestros hijos podrán controlarse y minimizarse lo que parece inevitable.
