El ex presidente Néstor Kirchner, parece haber fijado la gobernabilidad como eje de campaña electoral del oficialismo. Es decir, si el Gobierno pierde esta elección, puede precipitarse en una zona de riesgo.

Se intenta apelar a la memoria histórica contemporánea, ya que la derrota de Raúl Alfonsín en 1987, precipitó la crisis económica que eclosionó en la hiperinflación y la entrega anticipada del poder en 1989. Y la de Fernando de la Rúa en 2001, que impulsó su caída con el estallido de la convertibilidad. Esta es la analogía con la cual se pretende mentalizar a los votantes independientes para que, por temor a estar peor, apoyen con su voto al oficialismo.

El argumento de Néstor Kirchner olvida que en 1997 Carlos Menem perdió la elección legislativa de medio mandato, obteniendo diez puntos menos que la Alianza en el ámbito nacional y quedando cinco por debajo en la provincia de Buenos Aires, donde Graciela Fernández Meijide se impuso a Chiche Duhalde. No obstante esa derrota electoral, no hubo crisis de gobernabilidad en los dos años siguientes, aunque la economía sufrió el embate de la caída de los mercados asiáticos que arrastró a Rusia en los últimos meses de 1998 y la devaluación brasileña del 30% a comienzos del año siguiente.

Resulta claro entonces que una derrota en la elección de medio mandato no hace inexorable el estallido de una estabilidad política ni tampoco económica.

Además, el argumento resulta inconveniente por diversas razones. Ante todo, porque realizar este tipo de pronósticos, hace de la política un juego del todo o nada, de enemigos y no de adversarios. Hace mucho más difícil la convivencia con la oposición y dificulta la tolerancia unida a la pluralidad. Esta campaña negativa aumenta sensiblemente la incertidumbre en la economía. Ese discurso electoral, por parte del Gobierno, profundiza los efectos negativos de la crisis económica global y añade también incertidumbre a las decisiones del poder local.

A menos de dos meses de las elecciones, es claro que se necesitan mas planteos de fondo y evitar el exceso de fuegos artificiales electorales. Aun ganando, se requieren políticas de Estado, concertaciones y diálogos para afianzar la gobernabilidad presente y futura.

El oficialismo ha lanzado un argumento de confrontación electoral pagando un alto costo estratégico, porque hará más difícil la gobernabilidad en los dos años y medio siguientes a esta elección, cualquiera sea su resultado.