Con enorme asombro observo que la Universidad no adopta las medidas que la razón aconseja para dar por finalizada la ya añosa causa contra los dignos profesores y excelentes investigadores ingenieros Carlos Rudolph y José Matar Ibáñez, ya sobreseídos por la Justicia, cuando lo correspondiente sería organizar un acto de desagravio académico y público, recordando aquello de que reconocer errores es de grandes. Es lamentable empecinarse en esta insensata persecución contra dos profesionales que luego de su postgrado en el Instituto Tecnológico de Massachussets (USA) en vez de quedarse allá como fueron tentados oportunamente, decidieron regresar a su suelo natal para optimizar la transferencia de tecnología, trayendo además un proyecto de Universidad capaz de investigar y desarrollar metodologías que sirvieran a la evolución tecnológica de las empresas y servicios públicos de la especialidad.
Durante la gestión de Julio Millán en la Universidad y de Rudolph-Matar en el Instituto de Investigaciones Mineras se realizaron trabajos de investigación aplicada y desarrollo de alcance mundial, financiados todos por organismos nacionales o internacionales que requerían los servicios de alta tecnología que entonces caracterizaban a la institución. Recuerdo especialmente, de entre los numerosos estudios en que tuve el honor de participar, los relacionados con la ubicación de la central núcleo-eléctrica de Pampa del Huarangal (Dpto. Lima, Perú); con la puesta en valor del yacimiento de oro y cobre del Bajo de la Alumbrera (Catamarca); con la prefactibilidad del beneficio de un yacimiento de oro off-shore en el Atlántico Sur. Especial trascendencia tuvieron los estudios destinados a analizar todos los intrusivos graníticos del país a fin de seleccionar y evaluar un sitio para repositorio de residuos nucleares de las centrales argentinas, incluyendo además el diseño de las facilidades específicas en el lugar preseleccionado (Proyecto Gastre, Chubut).
En esos momentos San Juan lideraba a todas las Universidades del país en materia de investigación minera, recibiendo incluso la colaboración de distinguidos profesores de España, Italia y Alemania. La calidad institucional era en estos aspectos de neta avanzada y nos situaba como ejemplo para todos los centros de investigación. Esa trascendencia nacional e internacional se perdió, la perdimos en la Universidad y la perdieron los sanjuaninos cuya ciudad iba siendo reconocida en todo el ambiente minero mundial, con la perspectiva de atraer capitales de apoyo a la investigación. Durante la gestión de Millán, Rudolph y Matar, y sólo en el Area Exploración, enviamos trabajos a 22 congresos internacionales, en algunos de ellos con gran debate, como cuando nos tocó explicar y defender el Repositorio Nuclear de Gastre en Santiago (Chile), o en Hannover (Alemania) y Viena ante expertos de la Agencia Internacional de Energía Atómica.
Otro claro ejemplo de los errores cometidos por la Universidad, es el del edificio de Av. España Sur y Circunvalación. En ese amplio predio se comenzó a instalar un laboratorio de avanzada para investigar tecnologías de alta complejidad, tanto para el desarrollo minero como para el control del medio ambiente, proyecto que estaba financiado en gran parte por el Gobierno de Japón. Todo se perdió ante esta absurda persecución, lo perdió la Universidad y lo perdió todo San Juan.
Con este triste afán claramente persecutorio, el Consejo Superior persiste en actuar de un modo que me recuerda el famoso juicio que los dignatarios de los tiempos del oscurantismo emprendieran contra el físico y astrónomo pisano Galileo Galilei. Como ahora pareciera ocurrir, entonces también era peligroso estudiar, investigar y desarrollar sistemas avanzados de gestión que se salieran de la chatura general. En realidad, la campaña en contra de las ideas de Galileo provino menos de los sacerdotes que de los reaccionarios a quienes el mundo recuerda por su obstinada negativa a mirar a través del telescopio, un estamento integrado por profesores preocupados por la amenaza a su autoridad académica y no por clérigos relacionados con eventuales ideas impías.
El caso es que 400 años después la Iglesia reconoció que la pena impuesta a Galileo no correspondía, y decidió absolverlo de culpa y cargo.
Según está ocurriendo con este caso de nuestra Universidad Nacional contra Millán, Rudolph y Matar, ¿estaremos ante una situación parecida a la de Galileo, y dentro de muchos años el Consejo Superior del futuro decidirá reconocer que las ideas innovadoras son las que en realidad corresponden a una Universidad que apunta al futuro? Como están las cosas, es fácil asimilar esta persecución a lo ocurrido en tiempos del oscurantismo, porque Millán, Matar y Rudolph se adelantaron a su época, con una gestión de avanzada que colisionó con el status predominante entonces y que aún hoy pareciera persistir en ciertos niveles directivos.