
Pensaba que cada mañana cuando me despierto, luego del descanso nocturno, no soy consciente que durante las aproximadamente 8 horas de sueño, he viajado físicamente una distancia cercana a los 6.336.000 kilómetros del lugar en el que estaba cuando me dormí. Ese es el recorrido que hizo el Sol que viaja por la galaxia a 792.000 kilómetros por hora (además la Tierra lo hace a través de su órbita solar a 107.000 km por hora). Es difícil de entender cuando los tiempos y movimientos de nuestra vida transcurren tan distantes de esas velocidades cósmicas.
Al mismo tiempo, también se me ocurrió pensar que quizás tampoco nos damos cuenta de la velocidad y profundidad que están teniendo los cambios culturales, sociales, económicos y tecnológicos en estos días.
Por ejemplo, ya no necesito preguntarle a un bibliotecario, a un docente o a un especialista, donde encontrar alguna información que necesito, lo busco en Google; leer una Enciclopedia para consultar algo que me piden en el colegio o la universidad, lo hago en Wikipedia; ir al correo si tengo que escribirle a un buen amigo, lo hago por e-mail, Whatsapp o Facebook. No es necesario que vaya a una disquería y compre un CD para escuchar mi música preferida, la escucho en Spotify; consultar una agencia de viajes para organizar mis vacaciones, lo hago reservando alojamiento en Booking o Airbnb, comprando pasajes por Despegar.com, alquilando autos, contratando excursiones por Internet; comprar un mapa para poder ubicarme, lo hago con Maps; tener un GPS para que me aconseje el camino, lo hago con Weise.
¿Nos dimos cuenta de cómo está cambiando el mundo?
Son muchos los beneficios que traen estos adelantos tecnológicos que simplifican en muchas formas nuestra vida. Algunos nos eximen de tareas peligrosas, serviles o imposibles de realizar por los humanos. Pero también son muchos los riesgos y desafíos que suponen su crecimiento y masificación en nuestras sociedades.
Algunos piensan que pasarán varias décadas para que estos cambios lleguen a nuestro país o nuestras provincias. Pero podríamos decir que estos cambios se están produciendo a velocidades cósmicas. Ya en Argentina hay una universidad que a través del reconocimiento facial puede detectar el nivel de atención de sus alumnos en clase, o este mismo diario daba cuenta hace unos meses de una farmacia que en San Juan, selecciona los medicamentos a través de un robot y en estos días, sobre una aplicación de realidad ampliada que nos permite ver cómo eran los edificios antiguamente.
Se ha preguntado, estimado lector, ¿qué va a pasar con su actividad en los próximos años? y lo que es más importante, ¿qué puede hacer para que el avance tecnológico no lo deje sin trabajo?
Por Gustavo Carlos Mangisch
Director de Innovación y Calidad en Educación del Espacio Excelencia y de la Maestría en Nuevas Tecnologías (UCCuyo).
