El humorista uruguayo Tabaré, a fines de los setenta, improvisó un comics en el cual, su guión principal consistiría en representar la realidad latinoamericana, pero vista desde el interior del cuerpo humano. La tira cómica se publicó en la revista Humor, con gran éxito. Así fue, como en unos de los capítulos, se referían a Dante A., que era uno de los tantos linyeras que rondaban la ciudad de Buenos Aires, cartoneando, y buscando algo de alimento entre los vertederos de desechos.
Una tarde de verano caminaba con su fiel perro en el basural, y no observó un herrumbriento pero tenaz clavo que perforaría su pie derecho casi hasta el empeine. Producto de este siniestro, se abrió una importante herida, y por ella, como es de suponer, se infiltraron miles de microorganismos patógenos (bacterias) que inmediatamente comenzaron a enfermarlo.
Los desagradables invasores ingresaron en el interior del cuerpo, en motocicletas con ruedas de sierra filosa, arrasando todo, y produciendo desmanes en el organismo del indigente. Empezaron por las venas, luego por los órganos y a decir verdad, en pocas horas todo el organismo de Dante era un caos.
En momentos que las bacterias hacían un descansito, en la zona del páncreas, hicieron su aparición los leucocitos, (glóbulos blancos), que dependían de la Secretaría de Inmunología, a combatir al invasor. Con uniformes camuflados, en un primer momento detuvieron esta turba, les hicieron bajarse de sus motocicletas, exigiendo la documentación y casco, que como es de suponer, no poseían.
El líder bacteriano, don Anselmo T. Entongo, tomó la posta, apartando al jefe de la patrulla y otorgándole algunos cheques sin fondos, que amablemente aceptó, no sin antes advertirle, que más adelante, se encontrarían con los antibióticos, y la dádiva a otorgar sería más grande, a pesar de ésto, las bacterias que continuaron desbastando todo.
A todo esto, Dante A., (el linyera), ya estaba en el hospital, y los médicos le estaban haciendo los primeros análisis de sangre, con resultados que les llamaban la atención, ya que a pesar que tenía buena cantidad de glóbulos blancos, advertían que éstos no hacían su tarea como debían, y la infección seguía. Así las cosas, y sin dudar, los facultativos, aplicaron una fuerte dosis de antibióticos para contrarrestar la infección.
Entrando en acción, los antibióticos, abordaron la problemática, pero fueron rápidamente sobornados, y la tarea destructiva bacteriana no parecía tener fin.
