A medida que la población aumenta, el problema de la falta de vivienda se hace más acuciante. En los últimos siete años, la construcción de barrios ha estado fundamentalmente orientada a solucionar la situación de las familias que habitaban viviendas precarias en los asentamientos y villas de emergencia en los sectores urbanos de los distintos departamentos, quedando una deuda social pendiente con familias de clase media que alquilan viviendas o que están radicadas en la zona rural. Son estas últimas, a las que se debería asistir mediante la implementación de un plan especial que contemple la construcción de complejos habitacionales en las inmediaciones de las fincas, chacras u otros polos de producción en donde los jefes de hogar trabajan.

Si bien construir un barrio en zonas urbanizadas, en las que se cuenta con todos los servicios -agua potable, gas natural y cloacas- resulta mucho más económico y da la posibilidad de construir más viviendas, hacer casas para los trabajadores rurales que actualmente viven precariamente en terrenos cedidos por los dueños de grandes propiedades o en asentamientos a las orillas de calles públicas, entre los desagües, canales y parrales, ayuda a que mucha gente salga de una forma de vivir lamentable.

La experiencia de haber construido algunos barrios rurales en departamentos como Rawson, Pocito o Caucete, ha sido positiva, especialmente en lo referido a otorgarles a las familias adjudicatarias la posibilidad de mantener un estilo de vida que no pueden llevar en barrios edificados en las zonas urbanas. Además les ha permitido, conservar algunas costumbres, como la crianza de animales y cultivo de huertas familiares, además de darle la posibilidad al jefe de hogar de trabajar muy cerca de su domicilio.