Existe mucho interés en iniciar estudios universitarios, pero la realidad muestra que son muy pocos los graduados: menos del 10% de quienes se inscriben egresan con un título después de siete u ocho años. Mientras en las universidades de Brasil, por cada graduado hay seis estudiantes, en Argentina a cada nuevo profesional le corresponden 20 que pretenden llegar a serlo.

En 2008, eran 1.276.885 los estudiantes que cursaban en 40 universidades y cuatro institutos universitarios estatales y sólo el 4% obtuvo el título. Ese año, cursaban 310.407 alumnos en 41 casas de altos estudios y 11 institutos universitarios de gestión privada, de los que egresaron 29.328, es decir, el 9 por ciento. En el informe "Deserción, desigualdad y calidad educativa", publicado por Econométrica SA, Alieto Guadagni, miembro de la Academia Nacional de Educación, señala que "las tasas de graduación universitaria más altas corresponden hoy a países desarrollados, donde más de 30 jóvenes de cada 100 en edad para graduarse han obtenido un título universitario. En Argentina son menos de 14 por cada 100 en edad para graduarse los que obtienen un título universitario, un nivel de graduación inferior al de Panamá, Brasil, México, Chile y Cuba".

Las universidades ocupan un lugar clave en la sociedad. En primer lugar, proveen al país del principal canal de movilidad social. Ellas son a las sociedades actuales lo que los colegios secundarios eran 50 años atrás. En segundo término, las universidades preparan a los dirigentes de la sociedad en los distintos ámbitos de la vida. La doble función de la universidad: la educación de las masas y la formación de elites, exige un equilibrio, ya sea por los distintos niveles de exigencia involucrados por cada una como por los distintos enfoques pedagógicos que se requieren.

En Argentina parece ignorarse la función de las universidades en la formación de los dirigentes. Tampoco se ha puesto entre nosotros el acento correcto en la función social de la universidad masiva. Un ejemplo de ello es el desajuste entre la distribución de estudiantes en las diversas carreras y las demandas profesionales que reclama la economía de hoy. Basta pensar que en un país como el nuestro que necesita ingenieros, agrónomos y geólogos, en la Universidad de Buenos Aires se gradúan 1500 psicólogos y apenas 500 ingenieros por año.