El mundo centra hoy su mirada en la abadía de Westminster, donde se celebra el matrimonio del príncipe Guillermo y Kate Middleton. Más allá de lo que el hecho significa para los británicos, resulta admirable el respeto de ellos por el protocolo. Se destaca el valor histórico, artístico, simbólico del lugar donde se desarrollará la ceremonia, a metros del Big Ben.
La abadía de Westminster, fue fundada en el siglo XI donde ya existía un convento benedictino dedicado a San Pedro, por obra de Eduardo el Confesor, que se hizo sepultar allí, sellando la alianza entre el trono y el altar. Bajo el reinado de Enrique III, en el siglo XIII, se puso la primera piedra del edificio actual, ya que el precedente fue destruido por un incendio, rivalizando con el gótico de las catedrales francesas. Cien años después, se concluyó la nave central, pero será en el siglo XVIII cuando se completará la construcción de las famosas torres.
En ese tiempo, la historia de la abadía había asumido un giro importante luego del cisma de Enrique VIII en 1534, la ruptura con Roma y la sumisión del clero inglés a la Corona. De ese modo, el monasterio refundado se constituyó en el verdadero santuario del anglicanismo. Pero el lugar no sólo es para los soberanos que han reinado en el país, sino también para poetas, escritores y científicos. Allí reposan los restos de Geoffry Chaucer, Charles Dickens, Rudyard Kipling, Thomas Hardy, entre otros. También están las tumbas de Isaac Newton y Charles Darwin.
Esta obra de arte arquitectónica no agota su significado en sus portales, naves capillas o vitrales, sino que fue el escenario de las más importantes ceremonias, alegres o tristes, que marcaron la vida de la monarquía británica. Fue con Isabel II, el 2 de junio de 1953, que el mundo pudo ver por primera vez una coronación en Westminster a través de la televisión. Catorce años después del funeral de Lady Di en 1997, el hijo de la princesa de Gales ingresa en la misma iglesia para contraer matrimonio, no haciéndose oír ya la voz de Elton John sino el coro de la Abadía y de la Capilla Real, a los que seguirán los de la fanfarria de la Caballería real y la Orquesta de Cámara de Londres.
A través de las cámaras, el mundo podrá admirar lo que distingue a los ingleses: el cuidado en los detalles protocolares de cada evento y el orgullo por sus instituciones.