Gradualmente en aquellos últimos meses de 1983, las noticias periodísticas anunciaban el fin de aquella horrible dictadura iniciada en 1976. Títulos como "Entregarían el poder el 15 de diciembre”, o "La Junta Militar se autodisolverá hoy”, auguraban el advenimiento de la deseada democracia. El 30 de octubre de aquel año se realizó el acto eleccionario, y como se esperaba el triunfo correspondió al radicalismo.
En la edición del lunes 31 de octubre de DIARIO DE CUYO un gran titular decía: "Ganó Alfonsín”, junto con el resultado de los comicios provinciales: "Amplio triunfo de Leopoldo Bravo en San Juan”. Deteniéndonos un poco a repasar aquella victoria de la UCR, varios historiadores argentinos que analizan este hecho, lo consideran colmado de significados históricos. Desde la perspectiva electoral se comparan estos comicios a las elecciones de 1916 ganadas por don Hipólito Yrigoyen, llevando como vicepresidente al riojano Pelagio Luna.
Este hecho singular en nuestra historia -la primera prueba democrática- fue el resultado de le Ley Electoral Sáenz Peña, que puso fin al voto cantado y a toda clase de fraude. También estos años tuvieron signados por el primer golpe militar, que luego se repetirían sistemáticamente. Puede decirse que entre 1916 a 1946 el partido radical fue el mayoritario, logrando tres presidencias y luego en 1931 fue vencida ya que sus candidaturas fueron proscriptas, o bien en los comicios de 1937 hubo sospechas de fraude.
A posterior, desde 1946, el triunfo de la fórmula Perón-Quijano, frente a la Unión Democrática, el justicialismo se mantuvo hasta 1955. Este suceso fue otra bisagra en nuestra historia u otro gran empuje democrático, pues por primera vez un partido político fue respaldado por la fuerza de los trabajadores en su totalidad. La historia electoral siguiente desterró totalmente al peronismo -gran error que aún perduran sus secuelas- tanto en las elecciones de 1958 como en las de 1963.
Cuando concluyó esta proscripción el peronismo volvió a ocupar su espacio político, primero Cámpora, luego nuevamente Perón y por último su esposa. No obstante este exclusión política, la hegemonía del peronismo se conservó 37 años, desde 1946 hasta 1983, año en que nuevamente ascendió el partido creado por Yrigoyen. Dijimos que este último año posee un hondo simbolismo, no sólo por lo dicho, sino porque luego de 7 años de un gobierno de facto, se retornaba a una democracia plena, de la mano de un líder carismático como lo fue el Dr. Raúl Alfonsín.
Desde el punto de vista social ese día de 1983 fue cuando millones de argentinos por vez primera hacían uso de un derecho político, que durante extensos períodos de tiempo estuvo vedado: el derecho a sufragar o a elegir libremente sin coacción alguna. Aquella fue una verdadera fiesta cívica o democrática para todos, pero especialmente lo fue para varias generaciones que, por el último y cruento golpe, jamás había utilizado su documento para votar, y mucho menos jamás habían ingresado a un cuarto oscuro para ejercer su voluntad ciudadana.
Los que votamos en aquel inolvidable domingo del 30 de octubre de 1983 veníamos de un largo receso invernal por llamarlo de alguna manera, el más oscuro de nuestra historia, hastiados y miedosos a la vez, viviendo y sufriendo situaciones penosas. Treinta años en los que la democracia se consolidó constituyen una enorme satisfacción, que indican claramente que este sistema es el más adecuado a la naturaleza del hombre.
(*) Magister en Historia.
