El colapso del sistema financiero hizo que la gente saliera a las calles donde estaban los bancos o la bolsa de valores de Nueva York.


Hace noventa años el mundo se estremeció con una colosal crisis económica, esto es la "gran depresión de 1929", que llegó a empeorar en los años siguientes. Fue generada por el famoso "crack de Wall Street" con el nefasto "jueves negro" y se produjo en los años anteriores a la Segunda Guerra Mundial.


Dicen los historiadores que esta hecatombe financiera fue precedida -en Estados Unidos- por días de entusiasmo y optimismo. Los negocios y la especulación se habían transformado en una suerte de deporte colectivo, y la gente vivía convencida que la bonanza económica era vitalicia. Pero no fue así, acaeció lo que quedó gravado a fuego en crónicas periodísticas, libros de historia y aún en la memoria de los más longevos. Sucedió que las acciones de poderosas compañías del país del norte se derrumbaron estrepitosamente, provocando un quiebre o colapso en la economía capitalista mundial. Un historiador (Brailovsky) expresaba que "la recesión arrastrará a los líderes políticos a conductas extremas. La desesperación hará que las masas los sigan. Junto con la crisis, una oleada de violencia, fanatismo e irracionalidad recorre el mundo...". 


La depresión tuvo efectos devastadores en casi todos los países, ricos y pobres, donde la inseguridad y la miseria se transmitieron como una epidemia, de modo que cayeron: la renta nacional, los ingresos fiscales, los beneficios empresariales y los precios. El comercio internacional descendió entre un 50% y un 66%. El desempleo en EEUU aumentó al 25%, y en algunos países alcanzó el 33 por ciento. Ciudades de todo el mundo se vieron gravemente afectadas, especialmente las que dependían de la industria pesada, y la industria de la construcción se detuvo en muchas áreas.


América latina se vio profundamente afectada por la crisis, quizá la consecuencia más perniciosa fue que lejos de la denominada "la política del buen vecino", propiciada por Estados Unidos, su intromisión política y militar, especialmente en América Central y caribeña se acentuó, fortaleciendo regímenes autoritarios.


En Argentina gobernaba don Hipólito Yrigoyen, era su segundo mandato. Precisamente al año siguiente, en septiembre de 1930, fue derrocado por el primer golpe militar; la crisis económica mencionada no fue ajena a su derrocamiento. Nuestra provincia obviamente se estremeció por esta crisis. Se relata que en esa década "el promedio de vida es de 24 años y 8 meses", y la alimentación fue -tal vez- la peor del país con apenas "100 gramos de carne por día y seis cucharadas de leche". Debido al problema de la salida del oro argentino al exterior (grandes ganancias con dinero ajeno recibido como préstamo, pero que descapitalizaba al país), el presidente -sin conocimientos en economía y en oposición a los teóricos del ramo- resolvió cerrar la Caja de Conversión, lo que implicó resguardar nuestro oro para terminar con esa especulación destructiva.

Por el Prof. Edmundo Jorge Delgado
Magister en Historia