El sínodo extraordinario que cumple hoy la primera semana de "debate abierto" en el Vaticano con 250 participantes, incluidos 13 matrimonios, convocados para tratar la posición de la Iglesia frente a la realidad actual de la familia, ha puesto sobre el tapete una indisimulable interna entre cardenales conservadores y los reformistas que aplauden el giro renovador del sentido común del papa Francisco. La mayor división se plantea frente a la cuestión de los divorciados vueltos a casar, que no pueden comulgar, según confirmó la Santa Sede el viernes último.

Bergoglio ha pedido a la asamblea que escuche "las angustias de esta época”, apuntando a atender la cuestión de los divorciados vueltos a casar y a los que se le niega la comunión, como también considerar las parejas de hecho, la situación de los gays y el controvertido tema del control de la natalidad. Todas estas cuestiones se debaten e intentan consensos, pero todavía falta bastante tiempo para que sólo 191 "padres sinoidales” -cardenales y obispos- se reúnan en otro sínodo el año que viene para votar un documento final que se espera esclarecedor.

Los tiempos de la Iglesia son diferentes a los de la vida cotidiana, prueba de ello es que los cambios que se esperan sobre situaciones de familia serán de enfoque pastoral, sin rozar cuestiones doctrinales, un punto que dejó en claro el documento preparatorio de la reunión, el Instrumentum Laboris. Pero lo que preocupa a la cristiandad son las posiciones irreductibles que viene arrastrando la Iglesia por una burocracia interna que da la espalda a la evolución de la sociedad.

En la apertura del sínodo, Francisco bajó líneas a las posiciones sectoriales: +Las asambleas sinodales no sirven para discutir ideas brillantes y originales ni para ver quién es más inteligente… Sirven para cultivar y custodiar mejor la viña del Señor, para cooperar en su sueño, su proyecto de amor por su pueblo. En este caso, el Señor nos pide que cuidemos de la familia, que desde los orígenes es parte integral de su designio de amor por la humanidad”. Una clara alusión a las polémicas de conservadores y reformistas sobre los temas de familia que se debaten.

Federico Lombardi, vocero de la Santa Sede que informa diariamente a la prensa sobre la asamblea, dijo que hay una línea que exige que no se les den los sacramentos a los divorciados vueltos a casar, recordando la fidelidad a la palabra del Señor y otra, más realista, que, sin negar la indisolubilidad del matrimonio, sostiene que hay que ver las situaciones concretas y hacer un discernimiento para atender y contener a esos fieles.

El reloj de la Iglesia no debe seguir atrasando.