La voracidad consumista del desarrollo chino potencia las compras mundiales de insumos para atender la colosal producción fabril que inunda los mercados con oferta altamente competitiva. China ya consume una tercera parte del cobre del mundo, el 40% de los metales básicos, y produce la mitad del acero mundial.
En este contexto de gigantescas radicaciones localizadas en Canadá, EEUU, Perú, Brasil, Reino Unido, Turquía, Rusia, Tayikistán, Mongolia, Filipinas, Indonesia, Australia, Guinea, Sierra Leona, Congo, Mozambique, Zimbabwe y Sudáfrica, se ha marginado a la Argentina. Precisamente, semana pasada, cuando visitaba ese país la presidenta Cristina F. de Kirchner, se anunciaba en Beijing el último de los 76 acuerdos de inversiones internacionales de más de 100.000 millones de dólares hasta 2014. Cada proyecto empresario tiene el respaldo del gobierno chino y, como es habitual, en las negociaciones se exigen seguridades políticas y jurídicas. El tema de la soja, que no pudo revertir la visita presidencial, indica la desconfianza de los chinos, a pesar de que sus inversiones mineras están abiertas a correr mayores niveles de riesgos.
Según Derek Scissors, investigador de la Fundación Heritage, el insaciable apetito de China por metales y minerales será el principal motor que incremente sus inversiones extranjeras en los próximos años. El ritmo del extraordinario avance global lo marcan las empresas con sede en Beijing o Hong Kong, que participan en compras e inversiones mineras en el extranjero valoradas en 13.000 millones de dólares el año pasado, 100 veces más que en 2005, según una investigación de mercado.
