as plazas o espacios verdes han sido concebidos para que los habitantes de una ciudad, un pueblo, un barrio o una villa tengan un sitio en común donde recrearse o, simplemente, disfrutar de momentos libres en contacto con la naturaleza y el aire puro. Pero cada vez se hace más difícil el mantenimiento en buenas condiciones de estos predios a consecuencia de la acción de patotas o grupos de inadaptados que toman a estos lugares como sitios de reuniones, destrozando su infraestructura.

En un elevado porcentaje de casos, las plazas y plazoletas se han convertido en centros de operaciones de malvivientes que desprecian los esfuerzos que se hacen en determinadas jurisdicciones para mantener en buenas condiciones estos espacios comunes que deberían lucir espléndidamente, para ser aprovechados en distintas actividades sociales vinculadas a la comunidad.

En cada departamento de la provincia hay al menos una plaza principal y dos o tres plazas secundarias. Pero hay que tener en cuenta que de un tiempo a esta parte, no hay un solo proyecto de complejo habitacional que no prevea su espacio verde -que pueden incluir o no juegos para niños y comodidades para los adultos- por lo que cada vez es mayor la responsabilidad o tarea que le compete a los municipios respecto del mantenimiento y conservación de estos lugares públicos.

Por lo general, tras la entrega de un barrio o la inauguración de uno de estos espacios verdes, el mantenimiento y cuidado queda a la deriva, salvo algunas contadas excepciones donde los municipios se encargan de la limpieza y el regado de plantas y parquizado. Lo que nadie garantiza es el control que debería haber en esos lugares, especialmente en horario nocturno para evitar los desmanes que terminan destruyendo estos ámbitos. En este sentido, en la edición de ayer se informó sobre los daños provocados en la Plaza Centenario de Villa Krause, en Rawson y hace algunas semanas en el Parque de Mayo. Periódicamente hay destrozos en plazas que no son denunciados ya sea por indiferencia de los vecinos o porque las autoridades no acusan recibo de los reclamos.

En la mayoría de los casos es difícil comprender el motivo que mueve a los adolescentes y jóvenes, agrupados en forma de patotas, a realizar semejantes destrozos en los espacios verdes. Se trata de lugares que son de todos y para todos y en los que no habría necesidad de muestras de violencia tan destructivas. Pero está en la psicología juvenil internalizada la acción destructiva que termina por romper todo aquellos que aparentemente no tiene dueño y que puede llegar a corregirse únicamente con un efectivo control por parte de cuidadores específicos de plazas o parques o de carácter policial.

En cada uno de estos casos se da a la perfección "La teoría de las ventanas rotas”, basada en un experimento de psicología social realizado en 1969 por un profesor de una universidad de EEUU, con lo que se demostró que los desmanes en un determinado ámbito no están motivados por la pobreza o condición social, sino por algo que tiene que ver con la psicología, el comportamiento humano y con las relaciones sociales. Si una comunidad exhibe signos de deterioro, y esto es algo que parece no importarle a nadie, entonces allí se crean las condiciones para que surja y prospere el delito. Si se cometen "esas pequeñas faltas” como estacionarse en lugar prohibido, exceder el límite de velocidad o pasarse una luz roja, y estas pequeñas faltas no son sancionadas, entonces comenzarán a desarrollarse faltas mayores y luego delitos cada vez más graves.

Si los parques y otros espacios públicos son deteriorados progresivamente y nadie toma acciones al respecto, estos lugares serán abandonados por la mayoría de la gente (que deja de salir de sus casas por temor a la delincuencia). Esos mismos espacios abandonados por la gente serán progresivamente ocupados por los delincuentes.

Habría que considerar esta teoría para actuar en consecuencia y son los intendentes, con sus concejos deliberantes y demás autoridades comunales, con la colaboración de organizaciones intermedias como las uniones vecinales, las que tienen el compromiso de implementar acciones para evitar que continúe el deterioro de las plazas. Hay que tener en cuenta el anuncio de hace unos días de destinar fondos para que cada departamento invierta en mejorar plazas y plazoletas, para que esas inversiones no caigan en "saco roto” destinándola a obras en los espacios verdes que al otro día sean destrozadas por los desaprensivos de siempre.