Primeras damas hay para todos los gustos. Sin contar las que en América
Latina son más que eso porque ocupan el primer puesto del país al haber sido elegidas como presidentas -tal los casos actuales de Cristina Kirchner, Laura Chinchilla y Dilma Rousseff – la mayoría de mujeres que ocupó el puesto al lado de su marido, casi siempre descolló por influir en los destinos del Gobierno.
Incluso algunas ni siquiera fueron consortes pero sí influyentes, como las hijas del argentino Carlos Menem, Zulemita, y del peruano Alberto Fujimori, Keiko, quien luego terminó disputando elecciones presidenciales sin mucha suerte.
Mucho se habla de la capacidad política y la influencia que ejerce Michelle Obama, en un país en que el puesto de primera dama está bien delimitado y donde su dominio no alcanza al gobierno, sino en algunos temas de agenda pública que debe liderar, como la cuestión de la obesidad y el ejercicio físico en las escuelas primarias.
Jackie Onassis tuvo otro perfil, así como Rosalynn Carter y Nancy Reagan, pero jamás influenciaron sobre el gobierno. Y obviamente no se puede dejar de lado a Hillary Clinton, quien fuera atribulada por su marido durante su paso por la Casa Blanca, pero que luego descolló con luz propia como senadora, como ministra de relaciones exteriores, y ahora es posible candidata presidencial para 2016.
Todo esto trae a colación a una de las primeras damas más influyentes de América latina, Nadine Heredia, esposa del presidente peruano Ollanta Humala, a quien no se le atribuye solo el poder y dominio sobre su esposo, sino sobre el gobierno, lo que ha generado una polémica en creciente ebullición. Nadine, de quien todos conocen sus quilates políticos por haber sido fundadora del partido que permitió ser presidente a Ollanta, ha dicho que no tiene aspiraciones presidenciales, pero muchos califican de ser el poder detrás del trono.
Hace poco se conoció una escucha telefónica clandestina del ministro de Defensa de Perú, Pedro Cateriano, con un interlocutor no identificado donde claramente dijo que había recibido "’luz verde” de Nadine para adoptar un par de decisiones respecto a la compra de materiales militares. Luego, si bien hubo disculpas de que Nadine solo había servido de nexo entre el presidente y el ministro, no muchos compraron las justificaciones sabiendo que es Nadine a quien su marido le delega no solo opiniones, sino el mando.
Más allá de las explicaciones, lo cierto es que Nadine tiene una personalidad avasalladora y mucha influencia sobre su esposo. Recuerdo que en una reunión de la SIP en Lima, pocas semanas después de asumir, mientras el Presidente estaba contestando preguntas de los periodistas, no tenía disimulo en encontrar respuestas en los gestos de su esposa que él luego daba al público. La comunicación gestual y visual entre ellos era asombrosa.
Lo de Nadine va mucho más allá de su influencia y comunicación. Su papel siempre ha sobrepasado al de las primeras damas. Sus viajes al exterior, sus gastos, su entorno, su presencia en los medios, también han sido parte de la controversia y, sobre todo, porque para muchos se trata de un abuso de privilegio utilizado para beneficio político y personal de cara a una posible elección futura.