Los padres son los primeros y principales catequistas de sus hijos. Como ha expresado el Concilio Vaticano II: "’Puesto que los padres han dado la vida a sus hijos, tiene las gravísima obligación de educar a los hijos, y por tanto hay que reconocerles como los primeros y principales educadores de sus hijos” (Gravissimun educationis,3) La transmisión de la fe con la palabra y el ejemplo, impregnada de amor a Dios y al prójimo, es una de las obligaciones más importantes de los padres; ellos no deben descuidar esta misión educadora de sus hijos. Aun en medio de las demás obligaciones laborales y sociales, los padres deben procurarse tiempo y esfuerzo para formar a los hijos con confianza, amor y esmero en los valores esenciales humanos y cristianos. Los hijos tienen la necesidad y el derecho de crecer y vivir en un ambiente que no solamente les aporte lo necesario para satisfacer sus necesidades básicas elementales, como comida, vestimenta, vivienda, etc., adoptando un estilo de vida sencillo y austero; sino que sobre todo es deber de los padres crear un ambiente de familia animado por la fe, por el amor al prójimo, por la piedad hacia Dios y por la vida de la gracia.
La familia, es por tanto, la "’primera escuela del más rico humanismo”, donde se forjan los buenos ciudadanos para la sociedad y los santos para Dios. De esta manera, con su ejemplo, su testimonio de vida y la formación en la fe, los padres llegan a ser plenamente padres, es decir, engendradores no sólo de la vida corporal, sino también de aquella vida sobrenatural que el Espíritu Santo infundió en el bautismo y está llamada a crecer y expansionarse durante toda la vida del hombre. Por eso, que bueno sería que en este Año de la Fe que recientemente ha comenzado, los padres nos animemos a educar la fe de nuestros hijos. La familia es "’iglesia doméstica” (Catecismo, 1666) es decir, comunidad "’llamada a santificarse y a santificar la comunidad eclesial y el mundo” (Juan Pablo II, Familiaris consortio, 55). Los modos para lograrlo son muchos; propongo ahora a los lectores los que son habituales en mi propia familia:
A) La lectura del Evangelio y su meditación en la sobremesa del almuerzo, con la familia reunida, resulta un momento esencial para conocer las enseñanzas de Cristo. Para ello, se puede recurrir a la lectura de libros explicativos de autores católicos fieles al Magisterio. B) Junto a la lectura de la Biblia, un santoral nos permite acceder a una biografía resumida del santo del día, modelo práctico de aplicación del Evangelio. C) Es necesario conocer el Catecismo de la Iglesia Católica, publicado por el Beato Juan Pablo II en 1992. D) Por último, dos particulares ámbitos formativos en los modernos medios de comunicación; existen excelentes películas religiosas en DVD (Karol I y II, Santa Rita de Cascia, Padre Pío, Don Bosco, Santa Teresa de Avila, etc.) para ver en familia, y además, el canal católico EWTN.
(*) Profesor. Bioquímico. Escritor. Instructor de métodos naturales de planificación de la familia.
