Cada uno con su "china" hace "pata ancha" a la ocasión. Junto a los "aparceros", el "hembraje" no se queda atrás...  


Voy a intentar escribir en gaucho sin abombar (aturdir) y espero que no me busquen para achurarme (matarme) al final de la columna por ser un bozal (hablar torpemente el idioma), o simplemente porque no sepa un barajo (eufemismo para no decir carajo). 


Me ha gustado aguaitar (espiar) las conversaciones de los gauchos de todo el país que llegan a la Cabalgata anual a la Difunta Correa en San Juan, organizada por la Federación Gaucha Sanjuanina y la Confederación Gaucha Argentina. Al principio parecía una anécdota y más de uno se atrevió a amolar (embromar, jorobar) sobre que no iba a ir muy lejos en el tiempo. O quizá se haya escuchado por ahí que algunos que montan a caballo por primera vez pueden despeluzarse (temblar de miedo) o que se los vea moraos (cobardes) pensando en que el animal puede encocorarse (enojarse). Por el contrario, a cada uno de los participantes se los ve entonaos (seguros de su guapeza). 


Nadie malicia (sospecha) sobre los caballos por si hubiera algún mancarrón, matungo o matucho (caballo viejo). En cada apero (elementos que componen la montura el caballo) lucen los cojinillos (mantas de lana), la mayoría preciosos. Si por ahí hay algún primerizo (participa por primera vez), nadie quiere mostrar la hilacha (mostrar lo que en realidad es y se tenía oculto) sino demostrar que no es manco (ser hábil, diestro) en medio de la Cabalgata. 


No se permite pitar (fumar en el camino), y algunas veces, según si empezaba en abril o mayo, con mañanas como barriga de sapo (frías), puede verse al comienzo o al final algún taco (trago) para mojar el garguero (garganta). Pero muy raramente uno encuentra algún chamuscado (medio borracho). Y si se ve a alguien apedarse (emborracharse) es porque le sorprendió un buen vino sanjuanino. 


Cada participante reconoce que la Cabalgata es una bolada (ocasión, oportunidad favorable), si uno sabe sacudirse el polvo (sabe desempeñarse). Por eso, no se ve a nadie con chucho (miedo) ya que la organización es digna de elogiar cada año, porque no se da alce (dar respiro, tregua). 


Cada uno con su china (el gaucho llamaba así a su mujer) hace pata ancha (hacerle frente a cualquier circunstancia) a la ocasión. Junto a los aparceros (compañeros, amigos), el hembraje (conjunto de mujeres) no se queda atrás y no se ve a ninguna con jabón (miedo, temor), aunque si se escucha más el lengüeteo (confusión de voces) cuando ellas se agrupan. 


El camino es inmejorable entre la Capital, Caucete y la Difunta y por ello no hay sospecha de guadales (terrenos movedizos), pero algún gringo (extranjero) siempre pregunta por el zonda, y se le explica que es un viento típico local que nace frío en Chile.  


Cada año se agradecen las gauchadas (favor, ayuda, acción generosa) de las municipalidades de la Capital y de Caucete y del Gobierno Provincial, porque nadie anda con cucañas (procedimientos de mala fe) ni se ha visto funcionarios chapetones (inexpertos) en la organización. Por eso andan todos seguros, sin temor a ningún zafarrancho (desorden).  


¡La pucha que se ve linda la Cabalgata desde las sierras! Mientras, se pide a los santos del cielo que no aparezcan nunca refocilos (relámpagos) que amenacen con agua en el camino.