Joseph Stalin.



Por décadas, la conversación que mantuvo Leopoldo Bravo con Joseph Stalin en el enrarecido clima de la Guerra Fría se mantuvo en reserva. La versión taquigráfica oficial quedó archivada como documento de Estado en la Unión Soviética. Considerado por la prensa rusa como la última entrevista dada por Stalin y su último testamento en materia ideológica. Al cumplirse 50 años de la muerte de Stalin, se desclasificó el documento y fue conocido públicamente en Rusia. 


Pedido de audiencia: el 16 de enero de 1953, Bravo realizó el pedido de audiencia (muchos embajadores acreditados en Moscú que querían entrevistarse con Stalin obtuvieron resultado negativo), además la Unión Soviética atravesaba por un momento muy tenso en materia de relaciones exteriores. El 2 de febrero recibe la comunicación que sería recibido por Stalin el sábado 7 de ese mes, pidiéndole característica y placa del vehículo que lo conduciría, datos del conductor y del padre de este, como así también que debía asistir sin acompañantes a la entrevista. Sólo estaría presente Andrei Ianuarevich Vishinski. El Mercedes de la Embajada, con banderita celeste y blanca, era guiado por Anatole, quien conducía nervioso y asustado; es que acercarse al Kremlin significaba la posibilidad de perder la vida. A las 17.50, Bravo se encontraba en la muralla del Kremlin, frente a la puerta Borovitskaya. Un vehículo militar se colocó delante del automóvil de Bravo y comenzó su marcha hacia el interior, luego cambiaron de movilidad, deteniéndose en la puerta del Presidium; Bravo desciende y es recibido por un coronel que lo condujo hasta un salón donde se encontraba el generalísimo Stalin, de pie y acompañado por Vishinski. Tras el ingreso, Bravo avanza solo hasta donde se encontraba Stalin, con paso firme y el nerviosismo lógico causado por tanta pompa y por el estricto protocolo. 

Leopoldo Bravo.


El generalísimo vestía su clásica casaca gris, sonriente le tendió la mano, le saluda y le indica una silla, para que se sentase. Durante la charla Vishinski tomaba apuntes. 


Stalin era muy amable y a veces bromeaba. Bravo se vio obligado a pronunciarse sobre temas políticos internacionales. Pero la conversación giró generalmente sobre Argentina y el posible intercambio comercial entre los dos países.


En el final de la entrevista, en la que también se habló de las relaciones culturales y deportivas, Stalin agradeció los saludos enviados del presidente argentino, deseando éxitos para el logro de la independencia económica base de la soberanía política y del mejoramiento de las clases trabajadoras.


Eran casi las 19 cuando Bravo comenzó a recorrer de vuelta el camino que lo había conducido al líder soviético. La entrevista había terminado, y la polémica se había instalado. Esa misma noche, radio Moscú informó que el jefe del Gobierno había concedido una entrevista al embajador de Argentina. De inmediato los corresponsales extranjeros y diplomáticos, comenzaron a llamar a la embajada para requerir detalles de esta. Lo que se trató en esa reunión siempre generó todo tipo de especulaciones, ya que la noticia había tenido mucha repercusión en Europa. 


El día 5 de marzo de 1953 a las 21.50, a menos de un mes de la entrevista, muere el Generalísimo José Stalin. Se produjeron muchas conjeturas posteriores a la repentina muerte del líder soviético, llegando a la conclusión que el último extranjero en verlo con vida fue el embajador argentino. Es por esta razón que nuevamente comenzaron a llamar a la sede diplomática, diferentes partes del mundo, para seguir requiriendo más información acerca de aquella entrevista.

Por Carlos Ciro Maturano
Historiador  "Documento de Estado"