Jesús llamó a los Doce y comenzó a enviarlos de dos en dos, dándoles poder sobre los espíritus impuros. Y les ordenó que no llevaran para el camino más que un bastón; ni pan, ni alforja, ni dinero; que fueran calzados con sandalias y que no tuvieran dos túnicas. Entonces fueron a predicar, exhortando a la conversión; expulsaron a muchos demonios y curaron a numerosos enfermos, ungiéndolos con óleo (Mc 6,7-13).

Si el domingo pasado el evangelio insistía en la figura del profeta "despreciado" y "rechazado", en el texto de hoy predomina la figura del profeta "liberado" y "audaz", que no se rinde ante la prepotencia ni pliega sus rodillas ante los riesgos de la adversidad. Con tres verbos, el evangelista Marcos resume toda la escena evangélica de hoy: "Llamó" (en griego: pros-kalêitai), no sólo indica la acción de la llamada, sino también el movimiento hacia alguien. Jesús invita para estar "con él". El apóstol es esencialmente una persona en profunda comunión con su Señor. Además, subraya textualmente que "comenzó a enviarlos", dejando entender que lo que aquí nace es sólo una etapa preliminar de lo que será la misión de la Iglesia. Finalmente el verbo "dar", pone de relieve cómo el poder de los apóstoles (en griego: "exousía") no es propiedad de ellos, sino que deriva de Jesús como don de gracia para liberar al hombre del poder del mal. El Maestro ofrece luego a sus discípulos algunas indicaciones de estilo y de método, pero ante todo, que vayan de "dos en dos" según la usanza hebrea que seguía la tradición judaica, para la cual era necesaria la presencia de dos testigos a fin que la declaración fuese jurídicamente válida. Para el discípulo el desprendimiento es como un sacramento, es decir, signo eficaz de la fe en Dios que es providencia. Sin abandono confiado en Dios no hay fe sino tan solo palabras.

Lo único que les pide son dos cosas: llevar un bastón y sandalias. Todo un signo. Como diría Antonio Machado, los Doce deben ir a su misión "ligeros de equipaje". El bastón, aún siendo un frágil elemento de madera, ya había hecho prodigios abriendo el Mar Rojo (Ex 14,16) y golpeando la roca en el Horeb para que brotara agua y el pueblo peregrino por el desierto no muriera de sed (Ex 17,5). El bastón es una prefiguración del madero de la cruz, que abrirá a la humanidad el camino hacia el cielo, y el desprendimiento es el bastón de realeza del cristiano. Las sandalias son signo de libertad. Sólo los libertos las usaban, mientras que los esclavos andaban descalzos. Sirven para indicar la libertad, la urgencia y la solicitud con la que se debe cumplir el largo y duro camino de la misión que se debe iniciar. Sólo con desprendimiento y libertad se puede anunciar de modo transparente el Evangelio de Jesús. Ha llegado a ser bastante común definir el grupo de Jesús y de sus discípulos, desde el punto de vista de la sociología religiosa, como "carismáticos itinerantes". "Carismáticos" indica el carácter profético de la predicación de Jesús, acompañada de signos y prodigios; "itinerantes" su carácter móvil y el rechazo a establecerse en un lugar fijo, confirmado por la expresión de Jesús: "Las zorras tienen guaridas, y las aves del cielo nidos; pero el Hijo del hombre no tiene donde reclinar la cabeza" (Mt 8,20).

Los católicos estamos más preparados para ser "pastores" que "pescadores" de hombres; esto es, somos más aptos para apacentar a las personas que han permanecido fieles a la Iglesia que para traer a ella nuevas personas, o para "repescar" a las que se han alejado. Los cristianos somos "evangélicos" por nacimiento y por vocación, por lo cual hay que vencer el ausentismo con la presencia y el sedentarismo con la itinerancia. No deberíamos dejar que la predicación itinerante en medio de nuestros pueblos la lleven a cabo sólo las Iglesias "evangélicas" protestantes. También habría que evitar caer en una prédica sólo moralista. Se necesita una predicación kerigmática, es decir, que anuncie a un Jesús que se encarnó, murió y resucitó por nosotros. Con esta noticia los apóstoles evangelizaron el mundo pre-cristiano y con tal anuncio podemos confiar en re-evangelizar el mundo post-cristiano. El evangelio es de verdad evangelio, o sea, buena nueva; anuncio del don de Dios al hombre antes aún que respuesta del hombre a Dios. Dante recogió bien este clima cuando dice de san Francisco de Asís y de sus primeros compañeros: "Su conducta y sus felices semblantes, su maravilloso amor y la dulzura de sus miradas fueron causa de santos pensamientos". Habían hallado el tesoro escondido y la perla preciosa, y querían darlo a conocer a todos. Mucha gente hoy no es capaz de llegar a Jesús a través de la Iglesia; hay que ayudarla a llegar a la Iglesia a través de Jesús. No se acepta a Jesús por amor a la Iglesia, pero se puede aceptar a la Iglesia por amor a Jesús. San Francisco de Asís es la encarnación viva del evangelio de hoy. Su grito "El Amor no es amado" sigue sonando e interpelándonos hoy.