Después de visitar a jóvenes adictos al crack y el alcohol, en el hospital San Francisco de Asís de la Providencia, de Río de Janeiro, el papa Francisco advirtió contra la "liberalización del consumo de drogas”, en un firme mensaje contra la idea de despenalizar los estupefacientes en varios países de la región.
"No es la liberalización del consumo de drogas, como se está discutiendo en varias partes de América Latina, lo que podrá reducir la propagación y la influencia de la dependencia química”, dijo el primer Papa latinoamericano en el hospital franciscano que rehabilita a adictos. Nuestro país no es ajeno a este drama. Argentina ha sido un colador para la llegada de narcotraficantes, que aumentó notablemente el tráfico y el consumo interno de estupefacientes y que, curiosamente, el organismo encargado de la lucha contra la droga, la Sedronar, se halla acéfalo desde hace cuatro meses.
En Rosario suman ya más de 1.000 muertes vinculadas con el narcotráfico desde 2004, y el promedio anual de asesinatos va en aumento. La violencia narco está cada vez más presente en la vida de la ciudad santafecina, la tercera del país, nudo natural de transportes terrestres y fluviales.
Hace tiempo que analistas de seguridad informan sobre el desarrollo allí de una lucha territorial por de venta de drogas. Pero ahora la Universidad Nacional de Rosario (UNR) estudió el fenómeno y las consecuencias del narcotráfico local, un negocio ilegal que reporta unos 2000 millones de pesos por año. En su análisis de homicidios vinculados con las drogas la Dirección de Comunicación Multimedia de la UNR, detalló que en 2004 esos crímenes no pasaban en Rosario de los 70 casos anuales.
Es indispensable cerrar filas a tiempo para erradicar la acción de esos mercaderes de la muerte que son los narcotraficantes y sus impresionantes redes con el poder político y económico. Si se sigue mirando para el costado ante la posible existencia de pistas clandestinas en distintos lugares del país que sirven a los fines de los distribuidores de estupefacientes, si no se puede confiar en las fuerzas de seguridad que tienen a su cargo la represión de estos delitos, el narcotráfico pasará a convertirse en una actividad tan floreciente y con tantas ramificaciones que la lucha contra este mal resultará cada vez más desigual, dejando la decadente huella de delito y muerte.