El desarrollo de la actividad profesional del arquitecto está íntimamente vinculado con las condiciones sociales, económicas y políticas imperantes en el medio que le toque actuar.
En el pasado, antes del advenimiento de la era industrial y de la consolidación con los regímenes democráticos en el mundo, el arquitecto desarrollaba su labor solamente en los círculos estrechos que rodeaban a las monarquías y a los sectores del poder, como por ejemplo imperios, reinados, la iglesia etc. En esta misma situación estaban también todos los artistas, pintores, escultores o músicos, quienes si bien eran sumamente respetados y considerados en esos círculos indudablemente su tarea estaba limitada a satisfacer los gustos y demandas de gobernantes, reyes o papas, y las obras resultantes eran verdaderos símbolos del poder de las clases dominantes. En una palabra la arquitectura era una actividad esencialmente artística análoga a la pintura, la escultura etc.
Más adelante los arquitectos formados en las escuelas de bellas artes, hasta principio del Siglo XX, contaban con un bagaje de conocimientos técnicos, vinculados a la construcción e históricos, relacionados con la arquitectura del pasado.
Al producirse la revolución industrial, y por consiguiente la modificación de la estructura social que condujo al aumento de las poblaciones urbanas concentradas alrededor de las nuevas industrias, se generaron necesidades de viviendas más confortables. Las ciudades crecieron desordenadamente y se hizo urgente la necesidad de una planificación, que determinara normas y racionalizara este crecimiento. El antiguo arquitecto formado en las escuelas de bellas artes estaba más preocupado por cuestiones estilísticas y formales y no advertía por su formación la necesidad de su intervención para resolver los complejos problemas tanto de carácter técnico como social que las nuevas comunidades iban originando.
Cuando los antiguos institutos o escuelas de bellas artes pasaron a constituirse en facultades no se trato simplemente de un cambio de nombres. Fue más precisamente el reconocimiento de la importancia de los factores tecnológicos en la cultura de la época y la necesidad de una participación más eficaz del arquitecto en la resolución de los problemas sociales contemporáneos. Se entendió por fin que el arquitecto no podía ser mas que un artista solamente sino que debía integrarse en un conjunto multidisciplinario en un proceso mas amplio y mas útil para la sociedad que lo requería, dando bases técnicas y sociales y por lo tanto mas firme y reales a su labor.
De allí que las modernas facultades de arquitectura presentaban cada vez mas un cuadro amplio de disciplinas distintas en la búsqueda de una formación integral que habilite al arquitecto para enfrentar eficazmente la complejidad de los problemas vinculados al ambiente físico que soportan los asentamientos humanos.
Han sido los arquitectos precursores del denominado "Movimiento Moderno” los que alertaron la necesidad de abordar temas de gravitación social tales como el de la vivienda, y el crecimiento de las ciudades.
Luego en sucesivos congresos (SIAM) Congreso Internacional de Arquitectura Moderna) se planteaban normas fundamentales en el campo de urbanismo para hacer frente al crecimiento incesante de las ciudades.
Esta fue una respuesta más de las demandas y las exigencias de una sociedad en continuo crecimiento y cambio.
En Síntesis, hoy por el gran crecimiento de los conglomerados urbanos los arquitectos deben enfrentar y resolver el ambiente físico en permanente cambio y desarrollo.
