Dentro de pocos días, los 115 cardenales electores se dirigirán desde la Casa Santa Marta, lugar de residencia durante el período eleccionario, hasta la Capilla Sixtina, lugar sagrado de la elección. Se trata de un edificio construido a partir de 1475 como templo del Palacio Pontificio, pero también como fortaleza en defensa del Vaticano. Toma su nombre del Papa Sixto IV. Miguel Ángel pintó en ella el Juicio Universal entre 1534 y 1541. Este no es un dato menor. No se trata de una elección cualquiera, sino un acto litúrgico en un ámbito consagrado. Se prevé que este Cónclave será lento. Lo cierto es que, la elección del Papa se perfila esta semana en las "reuniones generales” de cardenales y se ultima, durante el Cónclave, en los almuerzos y cenas en la Casa Santa Marta: los únicos momentos en que pueden hablar en privado o en grupos. La rigidez del mecanismo exige llegar al Cónclave con los "deberes hechos”: una idea clara de la persona que hay que votar. Por eso son tan importantes las "reuniones generales” de todos los cardenales, incluidos los de más de 80 años. En ellas, los cardenales podrán tomar la palabra en público para exponer las prioridades que debe abordar el próximo Papa. Pero, sobre todo, comentarán entre ellos en privado, quién es la persona más adecuada para asumir esas tareas. Buscan un Papa espiritual, misionero, buen organizador y joven, quizá no tanto en años como en espíritu positivo y capacidad de comunicarse con el mundo contemporáneo.

Desde la inesperada renuncia de Benedicto XVI, el cardenal canadiense Marc Ouellet, de 68 años, prefecto de la Congregación de los Obispos, ha mantenido el silencio. Está preocupado, y con razón, ya que es muy "papable”. Para muchos vaticanistas es "el mejor de los posibles” entre todos los candidatos. El cardenal de Boston, Sean O’Malley, de 68 años, bloguero y twitero veterano, ha reducido al mínimo sus palabras, víctima del temor a ser elegido. El capuchino de la barba blanca, que ha hecho limpieza en varias diócesis infectadas por abusos sexuales, es un pastor, un apóstol, un políglota y un intelectual. Para muchos es, sencillamente, "el mejor de los imposibles”, ya que resulta peligroso para algunos grandes burócratas curiales. O’Malley tiene la capacidad intelectual, el valor y la energía para hacer la reforma de la Curia vaticana, criticada por lo que no pocos dicen, es una burocracia estéril que no ayuda a la "Nueva Evangelización”. Es un hombre de oración, que hace diez años llevó a cabo un milagro imposible: volver a dar credibilidad a la Iglesia en Boston, destruida por el escándalo de la pederastia que obligó a la renuncia del cardenal Bernard Law. Fue misionero en las Islas Vírgenes, trabajó mucho en la asistencia para los latinos en Estados Unidos y es un incansable defensor de la vida. Vendió la residencia episcopal y se fue a vivir a una sencilla habitación del seminario. El extrovertido y simpático cardenal de Nueva York, Timothy Dolan, de 60 años, disfruta como nadie en Roma, porque dice estar seguro de no ser elegido. Declaró: "estoy en la lista de papables de mi madre”, pero en ninguna más, pues considera con tono jocoso, que quien piense que él será Papa "ha fumado marihuana”. A su vez, el extraordinario cardenal de Manila, Luis Antonio Tagle, de 55 años, teólogo de fama, ha abierto la posibilidad de elegir a un Papa asiático. Pero el "Wojtyla de Asia”, con más de cien mil seguidores en varias redes sociales, sabe que es demasiado joven. Se limitará a asumir una posición de liderazgo intelectual como ya hizo en el Sínodo de la Nueva Evangelización en octubre de 2012. Muchos cardenales electores llegarán al Cónclave con un claro favorito en mente, y escribirán ese nombre en la papeleta. Pero sólo el primer escrutinio permitirá ver si ese candidato resulta "elegible” o tendrán que apoyar a otro. El Cónclave más largo de la segunda mitad del siglo XX fue el de 1958, que requirió cuatro días y once escrutinios para elegir a Ángelo Roncalli, luego Juan XXIII. Si ninguno de los dos favoritos consigue los dos tercios de los votos, la única salida será buscar "candidatos de reserva” y empezar a hacer pruebas. En ese momento pasarían a primer plano el cardenal de Washington, Donald Wuerl, de 72 años, y el cardenal de Budapest, Peter Erdö, de sólo 60. Ambos han evitado llamar la atención pero tienen todas las condiciones para el cargo. En caso necesario pueden ser llamados al terreno de juego tanto el cardenal de Viena, Christoph Schönborn, de 68 años, como el de Sao Paulo, Odilo Scherer, de 63, que son también personajes extraordinarios. El brasileño tiene experiencia curial, pues trabajó desde 1994 a 2001 en la Congregación para los Obispos. Hay quienes lo patrocinan para que llegue a la Sede de Pedro acompañado de un Secretario de Estado con experiencia en la Curia, y aquí el nombre del argentino Leonardo Sandri suena como el candidato más apto para ayudar al posible pontífice. Lo más llamativo es el silencio de los italianos, que tienen una presencia masiva de 28 cardenales electores. Su gran candidato es el arzobispo de Milán, Ángelo Scola, de 71 años, discípulo de Ratzinger, a cargo de la diócesis más grande del mundo, con 1100 parroquias y 1900 sacerdotes. La estrategia italiana consiste en sacar como "finalistas” a Ouellet y Scola en la primera votación. Si Scola no resulta elegido, Ouellet es perfectamente aceptable.