Se cumple mañana el décimo aniversario del ataque terrorista que derribó las gigantescas Torres Gemelas, ubicadas en el corazón económico de Nueva York, un símbolo del desarrollo occidental, y también en Washington, contra el centro del poder militar de los Estados Unidos. Las consecuencias de la ola de horror que causó la muerte de 2.976 personas inocentes, centenares de heridos y cuantiosos daños materiales, impactaron en la sociedad estadounidense de manera traumática, pero también se extendieron por el mundo provocando una profunda ruptura en el orden geopolítico, con una regresión en el plano de los derechos y libertades individuales en las grandes democracias y endureciendo el autoritarismo de los regímenes dictatoriales.
El llamado 11-S arrió la bandera de las libertades absolutas que flameaba la cultura norteamericana y ese símbolo de los derechos supremos, junto a medidas extremas de seguridad, fue cambiado por la campaña "If you see something say something” (Si ve algo, diga algo) para involucrar al pueblo en la rutina de sospechas y temores que se acentúa en estos días ante la probabilidad de que el 11 de septiembre de 2001 se recuerde desde las sombras con una réplica de aquellos momentos de horror.
Para la Federación Internacional de los Derechos Humanos, la "política liberticida” impulsada en el mundo desde entonces ha conducido al progresivo abandono de los valores esenciales de la humanidad, porque en aras de la lucha contra el terrorismo numerosos países democráticos adoptaron leyes excepcionales. De esa manera legalizaron detenciones arbitrarias a extranjeros ante una mera sospecha de supuestos vínculos con organizaciones terroristas, para citar un ejemplo. Además, en ese contexto, varias dictaduras recibieron apoyo, con frecuencia de países occidentales, fortaleciéndolas en el poder.
Sin embargo, el 11-S ha dejado el lado positivo de la gestación de los movimientos populares en el mundo musulmán en demanda de democracia, iniciados en el norte de África, como un rechazo terminante contra el fundamentalismo demencial. Estos levantamientos contrastan con la pasividad de los Estados miembros de la ONU para alcanzar un pacto mundial contra el terrorismo. Ayer lo recordó el secretario general Ban Ki-moon, que lo viene proponiendo desde los atentados y todavía sin consenso a pesar de los hechos similares en Madrid y Londres en 2004 y 2005, respectivamente.
Lo que todavía los pueblos libres no alcanzan a asimilar, es si el alto precio de la seguridad se paga con el derecho a la privacidad.
