Con motivo de la telenovela "Jesús", no pocos se interrogan respecto a la veracidad de ciertos temas que allí se exponen. No le corresponde a la Iglesia promover o desaconsejar verla. Somos adultos libres y por eso mismo responsables. Pero no debemos callar las verdades que pueden ser puestas en tela de juicio y que no corresponden a lo que encontramos en la Sagrada Escritura. En el evangelio de Mateo se lee esta pregunta irónica de los habitantes de Nazaret: "¿No es éste el hijo del carpintero? ¿Su madre no es la que llaman María? ¿Y no son hermanos suyos Santiago, José, Simón y Judas? ¿Y acaso no viven entre nosotros todas sus hermanas? ¿De dónde le vendrá todo esto?" (13, 55-56). El vocablo griego usado por los evangelistas es "adelphós", y de por sí indica el "hermano de sangre", aunque luego de la primera cristiandad será aplicado a todos los creyentes en Cristo, sobre la huella de las mismas palabras de Jesús: "Estos son mi madre y mis hermanos. Porque todo el que hace la voluntad de mi Padre que está en el cielo, ése es mi hermano, mi hermana y mi madre" (Mt 12,50). Sin embargo es necesario remontarnos al mundo semítico, y al fondo lingüístico y social subyacente en los Evangelios, en particular, el de Mateo. En arameo como en hebreo hay un término ("aha"/'ah") que designa ya sea al hermano, al primo, al sobrino y al aliado. A la luz de esto se comprende porqué Abraham llama a su sobrino Lot "hermano" (Gen 13,8), como hace Laban respecto al sobrino Jacob (cf. Gen 29,15). En el contexto socio cultural judaico de Jesús, el término "hermano" no tiene un sentido unívoco como en el griego, donde existe otro vocablo para indicar al primo ("anepsiós"). En el texto de Mateo: "Alguien le dijo a Jesús: "Tu madre y tus hermanos están ahí afuera y quieren hablarte". Jesús le respondió: "¿Quién es mi madre y quiénes son mis hermanos?". Cristo parece redimensionar sus privilegios, refiriendo el término "hermanos" al ámbito más general, menos "carnal" y más espiritual, de la fidelidad a la voluntad del Señor. Por otra parte, ninguno de ellos es llamado "hijo de María", como sí se le aplica a Jesús. 


Respecto a María, en el momento de la Anunciación, cuando el ángel le comunica que será la madre de Jesús, ella dice: "¿Cómo puede ser eso, si yo no conozco a ningún hombre?" (Lc 1,34). El verbo "conocer" en el lenguaje bíblico puede indicar también el acto sexual. La réplica de María es descifrable en el sentido más inmediato. El matrimonio hebreo tenía dos etapas, que en arameo se indican con los vocablos: 1. "qiddushin" (consagración o compromiso); 2. "nissu'in" (del verbo "nasa"), es decir, "levantar", "llevar", ya que el día de la boda, a partir de la cual los esposos iban a comenzar a convivir, la novia era llevada en cortejo por sus amigas hasta la casa del novio donde se formalizaría el matrimonio. María ha cumplido la primera etapa del complejo ritual matrimonial judaico, como era el del compromiso, que no presuponía aún la convivencia. Por tanto, la reacción de María es bastante lógica: no "conociendo" aún a su futuro esposo (en sentido pleno) dado su status de "prometida", no podrá concebir y luego generar. De ahí la respuesta del ángel: "El Espíritu Santo descenderá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra. Por eso el niño será Santo y se lo llamará Hijo de Dios" (Lc 1,35). La generación de María prescinde del lazo nupcial con José, tanto es así que el relato paralelo de Mateo (1,18), la ve ya en cinta: "cuando todavía no habían vivido juntos, concibió un hijo por obra del Espíritu Santo". Allí será también un ángel quien puntualizará el mismo concepto a José: "lo que ha sido engendrado en ella proviene del Espíritu Santo" (Mt 1,20). El proyecto divino, revelado a través del ángel Gabriel, excluye explícitamente que Jesús nazca de semen humano: Dios obra en María mediante el Espíritu Santo haciéndola fecunda y en cinta en ese momento revelador. Es muy distinto el caso de Isabel: ésta es una mujer estéril, que implora un hijo y Dios se lo concede a través de su esposo Zacarías, y así nace Juan el Bautista. María es virgen, y el hijo que dará a luz es un don divino en sentido absoluto sin mediación humana alguna. En cambio José tendrá sólo la función extrínseca de padre legal. La Sagrada Escritura, ajena a la fantasía popular, nunca menciona que María tuviera otros hijos. Jesús es el Unigénito. Debe quedar bien claro para los católicos, que la Iglesia ha declarado cuatro verdades sobre María en forma dogmática, y no en simple opinión: María Madre de Dios (concilio de Éfeso, año 431), María siempre virgen (segundo Concilio de Constantinopla, año 553), la Inmaculada Concepción de María (Pío IX, Constitución "Ineffabilis Deus", 8 de diciembre de 1854), y la Asunción de María a los cielos en cuerpo y alma (Pío XII, Constitución "Munificentissimus Deus", 1 de noviembre de 1950). El desafío de los católicos es formarse, y la Iglesia tiene la misión de cumplir fielmente la función de enseñar, ya que uno de los desafíos presentes es el analfabetismo religioso.

Por el Pbro. Dr. José Manuel Fernández