Hoy se habla mucho de poner límites a nuestros hijos y el valor educativo que ello implica. Su necesidad es fundamental, para que niños y jóvenes comprendan que no todo está bien, que la vida tiene cauces, donde la libertad hay que saberla usar.
La puesta de límites tiene que ver con el respeto a las normas, porque no se trata siempre de prohibiciones, sino de encauzar las conductas. Es decir, trasmitirles valores que se consideren importantes en la vida.
Julio C. Labaké (pedagogo y escritor) sostiene "lo que tiene valor no se puede dejar expuesto”. No reclama límites de protección. Cuando hablamos de límites, hacemos referencia a los valores. Por ello, podemos afirmar, que donde no hay límites, no hay valores. Una escuela sin límites, denota que no tiene valores definidos. Un hogar donde no hay límites, no tiene valores, al menos suficientemente claros. Cuando se les explica el sentido o la razón de un límite, los estamos valorando como personas capaces de comprender. Si los adultos, no vivimos de acuerdo a los límites que ponemos, será imposible educar a nuestros hijos.
Jaime Barylko, en "Los hijos y los límites” sostiene que por miedo, no por bondad surgieron los padres permisivos. Es el miedo a que los hijos no los quieran por lo poco que los ven, el que los anima a ponerles pocos límites y darles gustos. Que cada uno haga lo que le parezca, no es libertad, es capricho, neurosis y caos. Su producto no es la felicidad, es la incomunicación y angustia.
No hay hijos si los padres se borronean. Tampoco hay juventud si los mayores se disfrazan de menores y además de la apariencia exterior piel lisa, músculos lozanos, se creen realmente idénticos a sus hijos.
Los límites son reglas de convivencia, comer juntos en torno a la mesa es un límite, el comer cada uno como quiera y donde le de la gana, no lo es.
Amor es disciplina, es diálogo, es una razón, es lo que transcurre entre dos personas. Algo que se discute, una idea que está en juego, intercambiar frase, es conversar, pero no dialogar. Al hablar de límites, se piensa que se está diciendo "censura” o "cárcel”. Ellos tendrán validez, cuando los adultos tengan límites ellos mismos, y así, podrán trasmitir un clima de tranquilidad y confianza.
La sicóloga Maritchu Seitún propone poner límites a los chicos en el hogar y no esperar que lo haga la escuela.
La escuela, también debe poner límites que signifiquen respeto y posibiliten las condiciones para poder aprender. Es necesario pautas claras, respetando al ser del hijo, no una obediencia que someta y termine anulando la personalidad, sino el amor como potenciador del límite. El hijo necesita comunicación, ser escuchado, pero algunas veces los padres reemplazan los vínculos verdaderos por regalos, objetos que cubren vacíos que dejaron los vínculos cuando no hubo verdaderos diálogos compartidos.
(*) Licenciada en Letras. Escritora y productora de "Botica Educativa”-LV5 Radio Sarmiento.
