Las protestas de miles de manifestantes por la democracia, que desde el miércoles ocupan las calles de Hong Kong, empañaron la celebración del Día Nacional de China, mientras crece la presión del movimiento encabezado por los estudiantes que demandan a Pekín respetar el sistema de gobierno de esa ex colonia británica.

Se trata de uno de los mayores desafíos políticos para el gobierno chino desde las sangrientas protestas en la Plaza de Tiananmen, en 1989, pero ahora el problema lo pone en una verdadera encrucijada que no puede resolver con represión. Está en juego la fórmula de "un país, dos sistemas”, que concede a los hongkoneses autonomía y libertades que no se disfruta en China continental.

Es más, las protestas trascendieron al plano internacional y recibieron el apoyo de Estados Unidos. La Casa Blanca subió a la red un petitorio para que Hong Kong no se transforme en un "segundo Tiananmen” y el vocero de Obama, Josh Earnest, afirmó que Washington apoya las aspiraciones de la población y sigue desde muy cerca el desarrollo de la situación al tiempo que reclama "moderación” a las autoridades chinas. La réplica fue inmediata: el Ministerio de Relaciones Exteriores chino llamó a EEUU para advertirle que no debe inmiscuirse en esta crisis local.

Durante más de 150 años, Hong Kong fue colonia británica y con la política liberal y una fuerza de trabajo barata, la metrópolis portuaria creció hasta convertirse en un formidable centro económico-financiero. Dado que una convención firmada en 1898 entre Pekín y Londres expiró tras 99 años y China demandó la entrega, las dos partes acordaron en 1984, en una declaración conjunta, la devolución que se concretó el 1¦ de julio de 1997.

La dirigencia comunista se comprometió a mantener el sistema capitalista con libertades, asegurando a Hong Kong un alto grado de autonomía, a la vez de mantener sus fronteras aduaneras y libertad de prensa y opinión que gozan sus habitantes. Por ese acuerdo, China ganó un gran reconocimiento mundial y por ello aseguró a los pobladores elecciones libres y directas a largo plazo, que ahora parece ignorar.

El estilo de vida occidental y las libertades básicas de un Estado de derecho, junto a un alto nivel de ingreso y servicios públicos de primer nivel, son conquistas que los habitantes no van a renunciar y la multitud lo puso en claro: resistirá cualquier cambio, no importa el tiempo que necesite permanecer movilizada en las calles del pujante distrito financiero.