Argentina debe despertar hacia la fe. Hoy más que nunca, la Iglesia toda, desde cada una de sus partes y desde la más pequeña de todas, la del hombre común, sale al cruce de toda incredulidad, ideología o cualquier manifestación en contra de la misma Iglesia; exhortando a aquel que desafía la fe católica, cristiana y la de los hermanos que la sostienen desde otra mirada, a observar lo que realizan desde la reflexión y la conciencia de sus actos. Así, para todos aquellos que ponen en duda nuestra fe o la critican, desde la jerarquía de la Iglesia hasta en la vida de un simple laico, les recordamos que tanto para nosotros mismos como para todos los que se oponen, la embisten, desmerecen o señalan y pretenden destruir, poseemos los mismos defectos del común del hombre, porque el hombre mismo es artífice de la fe o destructor de ella. Nuestra historia está plagada de miles de sucesos, desde aciertos hasta errores. Pero de todos ellos siempre la iluminación de la fe cristiana es la constante de quienes perduran por la esperanza con valor, abnegación, sacrificio, confianza y por sobre todas las cosas fieles a la palabra de Jesús el Cristo.

"Nuestra historia está plagada de miles de sucesos, desde aciertos hasta errores. Pero de todos ellos siempre la iluminación de la fe cristiana es la constante de quienes perduran en la esperanza...''.

Recordamos a todo antagonista que Cristo fue condenado a muerte porque se lo consideró blasfemo al referirse a sí mismo como Dios y no por ser un simple hombre. Sin embargo, en su semejante apariencia está Dios por el amor en Espíritu. Así, nuestro Dios es el mismo Cristo y ningún hombre o ídolo sustentado por el hombre podrá reemplazarlo. Nuestra fe se fundamenta en el Amor, no en la estupidez. Se sustenta en la paz, el conocimiento, la unión, el perdón y la confianza. Si al incrédulo o al creador de ideologías le molesta, ese es y será pues, su propio problema, su propio culto o quizás, la intolerancia, el sectarismo cientificista y la falta de argumentación para demostrar que Dios no existe y que está apartado del hombre. ¿Cómo le respondemos como cristianos a este hombre? Con atenta consideración y respeto, pues aunque no acepte la fe en Cristo, sostenemos por ella que todos somos hermanos y de ello tenemos la convicción y la razón. Por tanto, examinémonos cada uno a sí mismo, porque el que no hace por discernir compromete su propio estado. La gente se coloca en una situación precaria cuando se atreve a juzgar la fe del cristiano, al Dios mismo y su iglesia. Y al negar toda una historia de mártires y constructores de la fe. Porque lo que es pertinente es que se juzguen a sí mismo o bien se expongan públicamente como ejemplos de vida para que lo reconozcamos y diferenciemos como lo hizo Cristo. ¿Por qué en vez de mirar tanto el error ajeno no reflexionamos un poco sobre la desviación propia? Tratemos de hacer el bien, pensemos de él, para todos y sepamos que todas las construcciones sociales o ideologías del hombre, por más fundadas que estén en el marco del derecho, de ninguna manera pueden ser iguales en categoría a las cimentadas por el orden de la naturaleza misma y de la generación para la vida, de la propia familia.


Por Mario Daniel Correa D'Amico  -  Profesor, filósofo, pedagogo y escritor