El macrismo venía dando algunas muestras que sembraban dudas sobre si estamos o no frente a un gobierno que tiene en cuenta las realidades económicas de las provincias, las llamadas economías regionales. Pero la conferencia de prensa de Nicolás Dujovne de esta semana exterminó esas dudas: a Mauricio Macri le importan poco algunas provincias. O, para ser más precisos, al Presidente le importan muy poco, o nada, las provincias vitivinícolas. El anuncio de un nuevo impuesto al vino pone en riesgo uno de los mayores movilizadores de la economía de al menos cinco provincias argentinas y es una muestra más de la ignorancia y bajo interés con el que el macrismo trata los problemas provincianos. No es la primera vez que esto ocurre en un país que se ha cansado desde su nacimiento institucional, y antes inclusive, de dar muestras de su centralismo, el que deja en desventaja a los habitantes que están después de la famosa avenida General Paz. Un empresario sanjuanino tiene más desventajas que uno que vive en Buenos Aires, por cuestiones de la geografía, pero también por decisiones políticas como éstas, que es lo peor. Nadie puede correr el mar para tener un puerto más cerca, obviamente. Pero evidentemente Macri, con estas decisiones, logró alejarlo aún más. Quiere todo. Quiere manejar todo. Igual que el kirchnerismo.


Esto es mucho peor, pero a la vez parecido a lo que hizo Cristina Fernández con las retenciones mineras. Ese famoso cinco por ciento provocó que varios emprendimientos repensaran si continuar o no y terminó de cerrarle las puertas a, por ejemplo, el mega emprendimiento minero El Pachón, cuando estaba en su impulso más importante. Un diario chileno calculó en el año 2008 que al menos siete empresas mineras frenaron unos 7.000 millones de dólares de inversiones en la frontera con Argentina, luego que el kirchnerismo instalara las famosas retenciones a las exportaciones, echando al tacho años de negociaciones por los pactos mineros binacionales. El mundo minero se escandalizó. Fuimos vergüenza mundial. El kirchnerismo, asociado a otros sectores obtusos de la política argentina, usó una excusa errónea y populista como la supuesta contaminación minera para justificar el avance de las retenciones. Ahora es más o menos lo mismo. En una entrevista con Jorge Lanata, Dujovne justificó el impuesto al vino diciendo que "hoy el vino no tiene impuesto interno. La cerveza tenía, el vino no. Hay que conversar con todas las cartas sobre la mesa, entonces, ¿Es justo que la cerveza tenga impuestos y el vino, no? Hay impuestos que generan distorsiones pero que van en el sentido de mejorar la salud pública y mejorar el costo de las externalidades negativas que en la salud se generan por el excesivo consumo de ciertos productos. Estas son las recomendaciones de la Organización Mundial de la Salud".


Ignorancia o malicia, al cabo es lo mismo. Le respondieron todos los actores de la vitivinicultura, y uno de ellos fue Eduardo Garcés, presidente de la Federación de Viñateros: "Según la Organización Mundial de la Salud, el vino posee buenas virtudes para la salud y no es comparable, por ejemplo, con la cerveza que se elabora de forma artificial en unos pocos días. En el caso del vino, entre producir la uva y luego industrializarlo pasa un periodo mínimo de 18 meses y es un proceso de fermentación natural". Además agregó que "el vino está declarado como un alimento en el mundo, no solamente en Argentina".


Esto es más peligroso que las retenciones mineras. En aquél caso, las perjudicadas eran megaempresas mundiales, ahora hablamos de un sector cada vez más golpeado y en franco retroceso. El primer cuatrimestre de este año el consumo de vino en el país sufrió una caída que no se producía desde 1995. También se registró la mayor baja histórica de las exportaciones. En el año 2015 la Fundación Agropecuaria para el Desarrollo Argentino publicó un informe comparativo de las fuentes de trabajo que generan distintas cadenas agroalimentarias. Según ese trabajo, que va cambiando año tras año pero que puede servir de marco de referencia, la vitivinicultura genera más fuentes de trabajo por superficie que la soja: un puesto por cada 1,4 hectáreas y un puesto por cada 50 hectáreas, respectivamente. Todos datos que armó o le llegaron al Instituto Nacional de Vitivinicultura, organismo que depende de la Nación, es decir, a mano de Dujovne.


El contexto político sanjuanino, para colmo, ha cambiado. Cuando Cristina ordenó las retenciones, acá había un gobierno que le respondía, pero que no quiso o no pudo hacer mucho. Sólo mandaron callar opiniones, nada más, para no sentir en carne propia el impacto de semejante maniobra. Ahora el desafío es mayor, porque hay un color político en la provincia y otro gobernando el país. Habrá que ver cómo hace Sergio Uñac para ofrecer resistencia a semejante acción sin pelearse ni provocar venganza de la Nación hacia la provincia. Uñac ha recibido un espaldarazo enorme en las elecciones del 22 de octubre, ojalá que tenga la suficiente inteligencia para saber usarlo de la mejor manera en este problema. Supuestamente hay un diálogo abierto con la Nación, este lío será un buen testeo para saber si esa apertura es real o sólo fue para los diarios.


No es la primera vez que el macrismo sólo ayuda a Buenos Aires y a Ciudad Autónoma de Buenos Aires: a comienzos de este año transfirieron de manera excepcional unos 15 mil millones de pesos a la provincia comandada por María Eugenia Vidal. Y a pesar de ser competencia del Congreso, el año pasado Macri aumentó 167% la coparticipación de la CABA y dispuso con un decreto que los fondos transferibles de la Nación aumenten del 1,4 al 3,75 por ciento en ese distrito. Con la decisión del impuesto al vino uno de los más perjudicados es Mendoza, una provincia afín al macrismo. Es decir, ni siquiera cuidan a los suyos, menos podemos pedir que nos cuiden a las provincias que eligieron otro modelo, como San Juan.


Es buena oportunidad para que Macri desempolve la vieja estrategia del "marcha atrás" que ya usó con las tarifas de los servicios y otras yerbas parecidas, por el bien de los sanjuaninos.