El 28% de los delitos de 2009 fueron cometidos por menores, según un informe en el que 37,2% de los hogares consultados en 40 centros urbanos del país declaró que algún miembro padeció un delito en los últimos 12 meses. Además, en el 19,7% de las viviendas hubo un robo con violencia.
El promedio delictivo de Tucumán, Rosario, Córdoba y Mendoza es 4,2% por sobre el nacional. Los 34 centros urbanos restantes tuvieron 6,3% por debajo del promedio nacional. Por otra parte, la medición de diciembre muestra que en los centros urbanos con menos de 100.000 habitantes (14,4%) es menor a los valores registrados en ciudades medianas (28,1%) y en ciudades con más de 500.000 habitantes (38.6%).
El delito le ha cambiado el rostro a las comunidades y a las perspectivas de vida a un número importante de familias. La situación es muy preocupante porque no se ven acciones contenedoras. Esos menores deben ser atendidos con programas sociales obligatorios para evitar cosas peores. Por el contrario, y casi paradójicamente, se les tiene temor con lo cual se favorece las acciones que llevan a cabo. Se trata de una anomalía socio-cultural que debe ser superada. Además, hay que pensar en los chicos normales que viven su adolescencia ajustadas a ciertas normas, que estudian y tal vez ya piensan en su primer trabajo. Son los más y ellos necesitan estimulación y oportunidades para emprender un camino certero y medir sus potencialidades.
La posibilidad de seguir estudiando y la esperanza del primer trabajo, son los estímulos naturales para una vida independiente y ésto sucede a temprana edad. Son las puertas hacia el porvenir las que deberían abrirse también para quienes están hoy en el delito.