Según datos oficiales, la deuda adquirida últimamente por el argentino medio, ante el uso indiscriminado de tarjetas de crédito, ascendería a unos 12.500 pesos por familia. Sin embargo, esta cifra ya estaría desactualizada porque habría sido potenciada en las últimas fiestas. En esos días se unieron dos consecuencias que produjeron un serio desequilibrio: el mayor consumo estacional y la escasez de billetes en circulación.

Los cajeros automáticos sin efectivo, más los paros bancarios y otros imponderables, donde no estuvo exento el factor psicológico de la inflación, llevaron a imponer el dinero plástico en la mayoría de las transacciones comerciales y de servicio, muchas veces excediendo la capacidad o la solvencia del poseedor de una tarjeta de crédito. Este sutil espejismo actúa en el sistema financiero como el que convierte en oasis a los desiertos.

El poseedor de tarjetas -incluso de las de débito- que no tenga autocontrol puede suponer que gastar ilimitadamente no implica riesgos cuando en realidad se trata de un ejercicio oneroso, más aún en una mayoría asalariada a la que le costará en demasía recomponer su acotado presupuesto mensual, de no mediar la reflexión.

De acuerdo a versiones oficiosas, la Administración Federal de Ingresos Públicos (AFIP) se encuentra abocada a la tarea de armar conjuntamente con el Banco Central de la República Argentina (BCRA) un proyecto para exigir que los comercios de todo el país que aún no reciben tarjetas de crédito o débito, las incorporen y, además, sea obligatorio adherirse al sistema de bancarización electrónica.

Esto por un lado resultará beneficioso para el cliente y para todos quienes dispondrán de una herramienta útil destinada a la adquisición de víveres, mobiliario, artículos electrónicos, indumentaria, y servicios, como es práctica común en las naciones desarrolladas. Pero se deberá tomar conciencia de que no disponer de dinero en efectivo en las manos implica otra sensación que nos marca un límite y una responsabilidad.

A veces el plástico conlleva a gastos superfluos y a trastornos que incluso son factores de la violencia familiar. La prudencia, la mesura y el estado de realidad que se debe vivir como persona acerca de su situación financiera son las únicas posibilidades de una existencia en plenitud. De todas maneras la AFIP se lo recordará pues ha determinado la presentación de una declaración de bienes a quienes superen 5.000 pesos de capacidad adquisitiva en tarjeta de crédito.