El placer de mirar se está sustituyendo por la necesidad de ver, ya que nuestra mirada está constantemente orientada hacia una imagen virtual y adictiva.

Vivimos en una época llamada hipermodernidad, término que se utiliza para describir los profundos cambios que han ocurrido en la sociedad contemporánea y la forma en que estos cambios afectan la experiencia humana y las estructuras sociales.


La hipermodernidad se caracteriza por una aceleración sin precedentes en todos los aspectos de la vida. Los avances tecnológicos, la globalización y la comunicación instantánea han llevado a un aumento exponencial de la velocidad, generando una sensación de inmediatez y una demanda constante de novedad y cambio. En esta era, el consumismo y el entretenimiento dominan la esfera pública, influyendo en nuestros deseos, valores y formas de vida. Una contradicción propia de esta época es que, si bien tenemos un acceso sin precedentes a la información y al conocimiento, también experimentamos una sobrecarga informativa. Aunque estamos más conectados globalmente, esta conectividad ha exacerbado la soledad y la desconexión interpersonal.


El filósofo español José Carlos Ruiz en su libro "Filosofía ante el desánimo", señala que la mirada, el tacto, la imaginación y la memoria, entre otras cosas, se han visto afectados por estos nuevos cambios globalizadores y el predominio de las pantallas. Según este autor, el deleite de los sentidos está experimentando un cambio significativo. La sobreabundancia de lo visual está limitando nuestro campo de visión. Las imágenes virtuales y las pantallas compiten con la realidad. Ruiz afirma que el placer de mirar se está sustituyendo por la necesidad de ver, ya que nuestra mirada está constantemente orientada hacia una imagen virtual abrumadora y adictiva. Nos resulta difícil dejar de ver los estímulos visuales propuestos por las redes, ya que la inteligencia artificial selecciona el contenido más atractivo para nuestro entretenimiento, basado en nuestros gustos previamente revelados en la red (esta información la damos cada vez que buscamos en Google, cuando ponemos me gusta o elegimos algunos videos, autores o series por sobre otras).


A diferencia de una mirada a la realidad, que reconoce que el instante es único e irrepetible, la mirada hacia lo virtual es atemporal. El filósofo español señala que, con la nueva tecnología, sabemos que podemos volver a mirar y compartir cuando lo deseemos. Es en este punto donde el placer de imaginar pierde intensidad. Antes de la era de las redes y los contenidos visuales actuales, la realidad era observada en tiempo real; no se podía grabar fácilmente ni retroceder, y la única forma de registrarla era a través de la memoria. Al recordar, teníamos que "imaginar" y poníamos en funcionamiento estas facultades de forma habitual.


En la actualidad la tecnología nos da la capacidad de almacenar y de acceder a toda la información que se requiera inmediatamente. Podemos volver a ver un video, una foto o una información las veces que se requiera. Este fenómeno ha hecho que tanto la memoria, la imaginación y nuestra mirada vayan perdiendo su ejercicio y de esta forma, dichas facultades se van atrofiando, dañando, oxidando. 


Tanto la memoria como la imaginación viven un proceso de inacción y están olvidando su forma de actuar y también de disfrutar, perdiendo así algunos de los placeres más importantes de la vida relacionados con los sentidos y la experiencia. Tal vez esta época necesite ser acompañada de nuevas pedagogías y formas de reeducar la memoria, la imaginación y la mirada para no perder el disfrute de lo real.

Jorge Ernesto Bernat
Prof. y Licenciado en Filosofía