¿Se puede decir quizá que, después del fracaso del comunismo, el sistema vencedor sea el capitalismo, y que hacia él estén dirigidos los esfuerzos de los países que tratan de reconstruir su economía y su sociedad? ¿Es quizá este el modelo que es necesario proponer a los países del Tercer Mundo, que buscan la vía del verdadero progreso económico y civil? Se preguntaba Juan Pablo II en 1991.


Continuaba escribiendo. La respuesta obviamente es compleja. Si por "capitalismo" se entiende un sistema económico que reconoce el papel fundamental y positivo de la empresa, del mercado, de la propiedad privada y de la consiguiente responsabilidad para con los medios de producción, de la libre creatividad humana en el sector de la economía, la respuesta ciertamente es positiva, aunque quizá sería más apropiado hablar de "economía de empresa", "economía de mercado", o simplemente de "economía libre". Pero si por "capitalismo" se entiende un sistema en el cual la libertad, en el ámbito económico, no está encuadrada en un sólido contexto jurídico que la ponga al servicio de la libertad humana integral y la considere como una particular dimensión de la misma, cuyo centro es ético y religioso, entonces la respuesta es absolutamente negativa.


El Papa Karol Wojtyla quiere hacer entender al mundo que los estados nacionales son vulnerables a las presiones de los multimillonarios. Pensemos que el 1% de la población mundial dispone del 50% de los recursos del planeta. Que las tres personas más afortunadas del mundo poseen una riqueza equivalente al PBI de los 42 países más pobres del planeta. La economía real representa un 10% del total de la burbuja financiera. Los multimillonarios compran empresas con dinero prestado a tasa cero. Ver tasas europeas 2017. Es decir contrayendo deudas. Esto se traduce en la facilidad para que una sola persona sin escrúpulos presione a las autoridades de esos países en negocios que perjudiquen a sus habitantes. Fabricantes de armas, laboratorios, tratantes de personas, narcos, etc.; pueden comprometer presupuestos oficiales de esos países a espaldas de sus ciudadanos.


Volviendo a las palabras de Wojtyla, permanecen en el mundo fenómenos de marginación y explotación, especialmente en el Tercer Mundo, así como fenómenos de alienación humana, especialmente en los países más avanzados. Ingentes muchedumbres viven aún en condiciones de gran miseria material y moral. Es más, existe el riesgo de que se difunda una ideología radical de tipo capitalista, que rechaza incluso el tomarlos en consideración, porque a priori considera condenado al fracaso todo intento de afrontarlos y confía su solución al libre desarrollo de las fuerzas de mercado.


Si las autoridades de los estados, los especialistas objetivos, las universidades no politizadas, los organismos de control independientes, los colegios profesionales, etc.; no ponen luz sobre los temas que en 1931 profetizo sabiamente Pío XI, los ciudadanos serán vulnerables a los caprichos de los intereses políticos del momento. Doña Rosa estará desprotegida. Seguiremos remando en el dulce de leche que separa el mercado artificial, de los populismos demagógicos. Derecha o izquierda. Liberalismo o comunismo. Neoliberalismo o socialismo. Privado o público. AFJP o jubilación de reparto, YPF pública o privada, etc. Unas veces como pretexto, otras menos por convicción y casi siempre en función del margen de maniobra, las ideologías con sus distintos matices siguen latentes en la actualidad. Suavizadas por sus errores tratan de construir un relato creíble. Mientras tanto hay algo que perdura. Es la historia de un pueblo que no pierde la esperanza.