Tras la derrota del Barcelona ante el Bayern Munich resurgieron, una vez más, los detractores de Messi.


La historia se repite. Una vez más, demostramos ser poco equilibrados al juzgar hechos y personas. Nos vamos a los extremos y estamos tan prestos para exagerar en los elogios, como a demoler en las críticas. Esa capacidad que adquirimos tan fácilmente de endiosar o demonizar, es la causa de muchos desaciertos en que caemos los argentinos. No sabemos guardar los equilibrios, o no sabemos dónde están. Hemos perdido el sentido de la ecuanimidad, de la objetividad, y dejado que nos dominen los sentimientos y las pasiones. Explican los científicos que el factor emocional habita en uno de los hemisferios de nuestro cerebro y en el otro, reside el razonamiento, la capacidad de análisis, el método. El neurólogo argentino Dr. López Rosseti ha resumido así, esa doble aptitud de nuestro cerebro: "el hombre es un ser emocional que razona". A pesar de esa extraordinaria capacidad de que hemos sido dotados, nosotros, o nuestras circunstancias (medio en que nacemos, familia, amigos, lecturas, formación, en síntesis, nuestra historia) vamos modelando el carácter y distorsionando aquella capacidad, volcándola para convertirnos en seres puramente racionales o puramente pasionales. O sea, en candidatos al fanatismo. Pasa en todos los planos de la vida. Y para qué decir en el fútbol, deporte al cual no por nada, se lo ha definido como una pasión. El 8 a 2 sufrido por el Barcelona ante el Bayern Munich, y la munición gruesa disparada contra Messi, especialmente, es una muestra cabal de otra victoria de la inequidad, mezclada con bronca y resentimiento, a causa de un resultado adverso. Como si no se tratase de un ser humano y fuera un dios, le podemos hacer "un monumento o un buraco así", según, al decir de Minguito. Es muy difícil mantener la cordura. Yo también, muchas veces, la pierdo. Pero el esfuerzo por recuperar el nivel de sensatez lo hago, máxime si me gusta hablar de fútbol. Ahí trato, aunque me cueste, de no dejarme llevar por la pasión que habitualmente nos domina a los futboleros. Imparcialidad que debe exigírsele con más razón al cronista deportivo. El desmedido rigor con que cierta prensa ha castigado al rosarino, como es común cada vez que pierde un partido clave como éste, así en el Barcelona como en la selección, es una muestra cabal de aquella falta de equilibrio. "Messi mandíbula de cristal: eje de una película de terror con cinco años de cartel" tituló un periodista del diario Nación. "¿Quién le dice mu a la vaca sagrada"?, dice otro. Títulos irrespetuosos que hablan mucho más de la mediocridad de quienes lo escriben, que de Messi. Y lo comparan, cuando no, con Cristiano Ronaldo, remarcando en éste condiciones futbolísticas, de carácter y de líder, de las que carecería Messi. Mucho puedo decir para rebatir esas afirmaciones, pero temo caer en el rol de un hincha más, y ser otro que pierde el eje y se mete en una discusión que no tendría sentido. La envidia existe en el fútbol y la posibilidad de revancha también, por suerte. Las comparaciones terminan siendo odiosas, Messi es un grande, Cristiano también, y el fútbol es el deporte más hermoso, capaz de descubrir lo mejor y lo peor que llevamos dentro. Como nuestra incapacidad para mantener la objetividad y no dejarnos llevar por la fuerza, a veces irrefrenable, de la pasión.

Por Orlando Navarro
Periodista