La vieja cosmografía de Recaldoni expone algunas de las posibilidades que no dejan lugar al optimismo. Zoroastro y Zend Avesta predicen el fin del mundo por el fuego; pero hay otras opciones: el choque de un cometa, la vida limitándose cada vez más a espacios más estrechos, el mar invadiendo los continentes, etc. Este sombrío porvenir suponemos que por lo remoto y por predicciones solamente, no deberían inquietarnos demasiado. En verdad hay motivos más actuales y urgentes de preocupación: el aumento de la población en la tierra, naciones en las cuales los niños mueren antes de cumplir el año, el aterrador número de seres humanos que por inanición sufren las mismas consecuencias, que llevan y obligan a la reflexión. Un articulista veía solamente dos soluciones al problema de un mundo cada vez más poblado y escaso de recursos, o por lo menos, mal distribuidos: más muertes o menos nacimientos. Obviamente no a lo primero y racionalizar concienzudamente lo segundo. La ciencia que puso al hombre en la Luna, que penetró en el secreto del átomo, la vencedora de tantas enfermedades, ¿Debe declararse incapaz de controlar situaciones semejantes? ¿No es posible una mejor distribución de recursos y conglomerados humanos? La educación, con los medios modernos de comunicación masiva, ¿Es impotente para detener estos males? El arzobispo Vicente Zaspe, hace algún tiempo ha dicho: "más de 80 millones de latinoamericanos carecen de una vivienda decente. 75 millones son analfabetos integrales, 25 millones de niños latinoamericanos no han ido jamás a la escuela”. Todo hombre y todos los hombres tienen derecho a "ser” y a vivir como tales. Se debe "tener” para ser alguien, para ser persona. Pero no me refiero a elementos considerados de lujo, sino a lo esencial, a lo que permite vivir una vida digna, sin hambre de alimentos y con posibilidades de satisfacer el hambre de valores. Una quinta parte de la población mundial posee los cuatro quintos de los recursos disponibles. La superpoblación, el hambre y la ignorancia traen el descontrol político, la violencia y las guerras. Gastón Bouthoul autor del libro "Sobrepoblación” ha dicho: "los seres humanos nacen en cantidades que al mundo se le hace difícil alimentar, se enrolan en partidos políticos extremistas de todas las tendencias. Parecería que la virulencia de los acontecimientos sociales y políticos tiende a ser proporcional al crecimiento demográfico”. Y si al exceso de población se le agrega el desempleo, la situación se vuelve explosiva. Es indudable que la cantidad de habitantes gravita en el progreso de un país porque el exceso crea problemas agudos como para otros lo contrario. Pero el hambre no es más que uno de los tantos problemas cuya solución exige la participación de las naciones por encima de sus antagonismos. La contaminación masiva del aire y de las aguas, los deshechos industriales agresivos, las tensiones que ocasiona una vida moderna tecnificante y masificante cada vez más exigente. Aunque nosotros no tengamos superpoblación, podemos pagar indirectamente las consecuencias de ignorarlo en donde existe, del hambre y de las condiciones de vida de un mundo que está perturbando el equilibrio biológico del planeta. Es necesario tomar decisiones para corregir situaciones que nos llevan a un futuro sombrío a nivel mundial, no solamente en el ámbito económico sino social para mejorar sustancialmente el nivel de vida de millones de seres humanos a quienes hoy les falta el pan de cada día.
(*) Escritor.
