Una frase vacía de contenido, se ha impuesto como una moda más en el uso del lenguaje cotidiano, un saludo casi ritual contenido en dos palabras "todo bien''. Niños, jóvenes y adultos lo repiten y trasladan a su mundo mental esa idea sin sentido en la que no se plantean ninguna problemática actual. Todo está bien, aunque, últimamente el vocablo "todo'' ha adquirido un matiz político. Es una rúbrica, un signo distintivo, una marca oficial que describe cierto tipo de actividades y designa determinadas conquistas por ejemplo: deporte para todos, fútbol para todos, milanesa para todos, pescado para todos.

En esa anomia semántica donde se incluye a una totalidad amorfa no se individualiza, se masifica, y en esa dirección también va el saludo protocolar presidencial "todos'' y "todas'' para no personalizar ni olvidar a nadie. Si bien nuestra presidenta es un ejemplo de oratoria, tal vez esta palabra está muy gastada y debiera variarla aludiendo a un sentido más de argentinidad, de tradición, de exaltación de auténticos valores, no recurriendo tampoco a fórmulas prestadas como compañeros, hermanos y hermanas, ni el mayestático "nosotros'' ni tampoco el egocéntrico "yo''.

"Todo bien'' debe ser repensado. No puede convertirse en un verbisidio lingüístico porque en realidad con esas dos palabras muere un poco la lengua castellana tan rica, tan intensa, tan expresiva que no puede caer en el inmenso abismo de la nada, como reflejo de un país de desencuentros que tiene en fin que encontrar su verdadero destino de grandeza y donde el tratamiento de cortesía tan habitual en el protocolo, se ha perdido como en el trato cordial de los saludos familiares que hacen al hombre más humano y más sociable.