Dos de las tres listas de candidatos en San Juan con mayores posibilidades tienen algo muy fuerte en común: sus candidatas mujeres son actuales diputadas que van por la reelección para el mismo cargo.
Y ninguno de los dos casos responde a una esperada renovación por gestiones descollantes en el Congreso.
– Margarita Ferrá de Bartol es la segunda candidata de la lista giojista y en la gestión que termina dejó la banca durante un año -entre octubre de 2006 a octubre de 2007- para ocupar el Ministerio de Educación, dejando durante ese tiempo a la provincia con un diputado menos.
– Adriana Marino de González es la segunda candidata de la lista de Mauricio Ibarra y termina su mandato como diputada basualdista sin que se la haya escuchado demasiado las veces que ocupó su banca, ni extrañado demasiado cuando debió faltar.
– La lista restante de las tres con chances, la que encabeza Rodolfo Colombo, tampoco mostró una performance convincente respecto de sus mujeres: su segunda iba a ser María Luisa Velasco -ex ministra de la Alianza- pero el radicalismo ubicó en ese lugar a Antonio Falcón y por decantación le quedó al socialismo la obligación de llenar el cupo femenino, que recayó en la empleada de comercio Adilia Fanny Díaz. Y aguardaron hasta último momento un fallo federal para subir a la tercera como segunda, como si no hubieran podido hacerlo por sí mismos.
Surge muy nítida entonces la sensación de que el rol de la mujer ha quedado nuevamente más infuido por la obligación, que por la convicción. Como ocurrió en las últimas elecciones provinciales, en un panorama que incluso mereció alguna reflexión similar desde esta columna de opinión hace dos años, con la consecuente reacción desde los sectores femeninos. Pero que aquella vez y ésta supusieron el mismo gesto: el fastidio de los armadores de las listas -por supuesto, siempre hombres- de tener que cumplir con un ley del cupo femenino y apelar por alguna fórmula de paso para cumplir el formalismo.
Aquella vez, el análisis estaba relacionado a cierto ir en contramano en la marcha de las mujeres sanjuaninas respecto de las nacionales. Mientras las locales mostraron y siguen mostrando poco poder de penetración en los lugares más encumbrados, en las esferas nacionales las mujeres dispusieron de un gran avance en esos sitios. Ya no hoy, en ambas escalas las mujeres no han resistido la embestida masculina de ser destratadas. Volveremos al tema.
En el cupo femenino, en San Juan el ganador rotundo fue el bajo perfil. En el oficialismo, ante la citada confirmación de Ferrá, una mujer apreciada en las alturas de la conducción, pero de pocas palabras públicas. En el caso de Marino, no se conoce militancia femenina destacada en las fuerzas que apoyan a Ibarra, como el propio ibarrismo, el basualdismo o el PRO.
Adilia es empleada de comercio del socialismo, una fuerza ya de bajo perfil en la provincia.
También ganó la poca oferta, y allí está lo más triste. Del lado del PJ, podrían haber sido aspirantes Rosalía Garro o Clarisa Botto (por citar a diputadas), o Amanda Díaz, Cristina Díaz y Ana María López (por citar a funcionarias) entre las más conocidas. En el ibarrismo era lo que había, y la UCR fue la que por propia decisión resolvió correr a su oferta de mujeres militantes, por el lado de Colombo.
Como desde hace años, la participación de la mujer sanjuanina sigue desempeñando el triste rol de ser conducidas donde decidan los caballeros, y el armado de estas listas fue una confirmación. Hay en San Juan una sola ministra (Díaz) contra tres que hay a nivel nacional (el 30% del total): Garré, Kirchner y Ocaña. No hay en San Juan mujeres cortistas, contra dos que hay a nivel nacional (Highton de Nolasco y Argibay) y las magistradas locales pueden ser contadas con los dedos de las manos. Tampoco hay primeras espadas en las bancas provinciales, de manera proporcional a las que suelen aparecer en el Congreso.
Pero la Argentina que supo ofrecer algo de aire fresco desde su coyuntura política el día que sus dos personas más votadas para presidente fueron mujeres (en las últimas elecciones, entre Cristina y Lilita Carrió juntaron casi el 70%), también parece haber dado un paso atrás. Entre los nuevos experimentos electorales, el último armado de listas concluye en la revelación en que las señoras y señoritas han debido soportar nuevamente la condición de florero para adornar la contingencia.
El primer capítulo de este repaso es la utilización de las mujeres por sus esposos, con dos objetivos políticos definidos: en algunos casos, el de mostrar la aureola familiar en el caso de los políticos que la tengan, para ganar en influencia; y en otros casos, los de los testimoniales, para estar presentes pero no tanto.
La modalidad no respeta partidos ni geografías. Se manifiesta de manera generalizada y convierte a las mujeres, más que en compañeras, en bienes de uso. Algunos intendentes del conurbano convocados por Kirchner para dar testimonio, decidieron correrse y poner a su pareja. Otros dirigentes las muestran como garantía para conservar espacios por el arrastre del apellido.
Entre estos últimos hay varios gobernadores. El cordobés Schiaretti, que sacó a jugar a su esposa Alejandra Vigo -sanjuanina ella- quien también es funcionaria. Otro mandatario con esposa funcionaria y candidata es el chaqueño Capitanich, con su polémica mujer Sandra Mendoza. O el santacruceño Daniel Peralta, cuya mujer Blanca Blanco es candidata a diputada. O el tucumano Jorge Alperovich, que postula a su esposa Beatriz Rojkés como aspirante al Senado.
Hay otros que no son gobernadores, pero no evitan la variante. Felipe Solá ubicó a su pareja María Helena Chávez como aspirante a diputada provincial, pero luego la retiró y se declaró arrepentido. Sergio Massa puso a su esposa Malena al frente de la lista de concejales, y no la retiró. Carlos Walter, el recaudador de Macri, puso a su esposa Lidia Saya para renovar como legisladora porteña, igual que el socialista Roy Cortina con su mujer Nancy Bazán. Para no mostrar duhaldismo, De Narváez vetó de su lista en Lomas a Osvaldo Mércuri pero puso a su esposa María Torresi con apellido de soltera. En Córdoba, la sanjuanina Victoria Flores saltó a la lista K, aunque en su caso no impulsada por ningún esposo sino por su madre Olga Riutort.
También las mujeres son mayoría en las provisiones desde la farándula, a la que generalmente se apela para decorar de credibilidad lo que no consiguen con dirigentes. El caso emblemático es el de Clotilde Acosta, a la que todos conocen por Nacha Guevara y su símil Evita. Nada menos, en un escenario en el que el oficialismo buscará aferrarse como nunca al dogma peronista y cuenta además con la presencia de una sobrina nieta de la Duarte, Cristina Alvarez Rodríguez. Casi se suma en la lista capitalina Andrea del Boca, de inocultable estirpe K, como sí lo hizo en el conurbano la Tigresa Acuña, tan entusiasmada que amenaza con dejar el box.
El denominador común es encontrar a alguien para cumplir con el cupo. Lejos aún del ideal pronunciado por Michelle Bachelet cuando asumió y dio su "palabra de mujer" antes que un juramento.
Por estos lados, los debates políticos entre mujeres suelen ser más impiadosos. Lilita Carrió lo selló a fuego, después de pronosticar que "si me caso y tengo marido, gano las elecciones por un 50%". Se refirió a Cristina, otra mujer, en una receta para mejorar el Gobierno. Le recomendó la separación.