La pulpera de Santa Lucía, una mujer como protagonista de un hecho concreto cuya historia perdura.


Antiguas coplas populares pertenecientes al repertorio universal, surgieron espontáneamente, quizá tarareadas por el pueblo, quizá esbozadas por alguien con dotes de compositor o cronista. Estas coplas fueron generadas a partir de sucesos históricos combinados con algo de legendario y evocan, por ejemplo, figuras de mujeres, cuya existencia están en un limbo. Algunos especialistas aseguran una existencia real, otros no tanto. Lo importante es el significado que poseen, en este caso con los atributos propios de la mujer, anónimas y con matices heroicos en cuanto al amor. Una canción que corresponde a estas características está representada por una conocida composición musical surgida en los comienzos de la Revolución Mexicana, en 1910, llamada "La Adelita". La canción es un "corrido revolucionario". Según la tradición, Adelita fue una mujer que se incorporó a las huestes de Emiliano Zapata por haberse enamorado perdidamente de un sargento, conformando un batallón de "soldaderas". Tal pasión fue plenamente correspondida, como expresa una de sus más conocidas coplas: "Y si acaso yo muero en campaña, Adelita por Dios te lo ruego, con tus ojos me vas a llorar...". En otro contexto histórico encontramos el conocido vals "La pulpera de Santa Lucía". De acuerdo al escritor Pedro Cereseto, la historia que narra en las estrofas su compositor, Héctor Blomberg, se refieren a hechos concretos. Los testimonios revelan que durante la época de restauración, en 1840, existía sobre un camino que llevaba de Buenos Aires a Barracas una pulpería propiedad de una mujer de color llamada Flora Valderrama. La nombrada, desde su juventud, era criada de una familia de antiguo linaje apellidada Bustos, de tendencia unitaria. Durante la segunda gobernación de Juan Manuel de Rosas, uno de sus integrantes tuvo que evadirse hacia Uruguay por cuestiones políticas. Previo a su huida le suministró dinero a la mencionada mujer con el objetivo de poder instalar una pulpería y de esta manera obtener un pequeño sustento económico. Sin embargo, Bustos le dispensó este caudal en estos términos: que se hiciera cargo de una hija de él mientras soportaba el destierro. Se relata que la pequeña en el transcurso de los años se transformó en una hermosa joven: "Era rubia y sus ojos celestes...", pretendida por los gauchos que frecuentaban el negocio cercano a la Parroquia de Santa Lucía.


Otro ejemplo de verdaderas heroínas del amor lo constituye la famosa "rubia Mireya". Si bien no se conocen datos acertados sobre su existencia, hay expertos que aseguran que la infausta historia de Mireya fue fruto del argumento de una ópera francesa estrenada en Buenos Aires en 1923. Otras versiones aseveran que la mencionada mujer, descripta expresivamente en el popular tango "Tiempos viejos", de Manuel Romera y Francisco Canaro, verdaderamente existió. Parece ser que fue una uruguaya que frecuentaba las pistas de baile o "piringundines" arrabaleros porteños, donde se "formaba rueda para verla bailar...". En estas circunstancias, un joven adinerado se jugó en duelo por ella, aunque el romance no perduró, tal como lo dice una de sus estrofas: "Te acordás hermano la rubia Mireya, que quité en lo de Hansen al loco Cepeda (...) hoy es una pobre mendiga harapienta...". Como estas remembranzas musicales hay variadas más, todas ellas con el común denominador del amor desesperado y azaroso.

Por Prof. Edmundo Jorge Delgado
Magister en Historia