La carencia educativa y la falta de conocimientos de la geografía local lleva a que el sistema de riego no sea valorado como corresponde.

Es preocupante la situación hídrica de nuestra provincia, con pronósticos nada alentadores. Sabemos lo que el agua representa para San Juan, leamos o repasemos a Sarmiento quien fue un visionario en este aspecto, y nos ilustraremos acabadamente. Ampliando nuestra mirada, advertimos que en todas las culturas -así lo dicen los antropólogos- el agua fue y es objeto de veneración, y de cuidado. Existieron seres míticos o deidades que la representaron como el arco iris en Australia o Mami Wata en el continente africano. En nuestra América los incas, grandes hacedores de obras hidráulicas, veían el agua como signo de fertilidad. Y fueron precisamente los incas los que dejaron su marca cultural en los huarpes, como la utilización de acequias para el regadío. Además, los huarpes veneraban a Hunuc-Huar, entidad benéfica que moraba en la cordillera, y de esta bajan los ríos. Repasando la historia advertimos la cantidad de leyes acerca del agua, obras hidráulicas y demás. Es muy importante en este sentido la obra histórica que nos legó el historiador e ingeniero Augusto Landa. Corolario de estas normativas se creó el actual Departamento de Hidráulica. Retomando el tema del agua y nuestro río, este a lo largo de la historia se ha mostrado caprichoso e inconstante. Períodos tras periodos nuestro principal y bienhechor brazo de agua generó en el alma del agricultor, alegría y tristezas. Esos curtidos hombres sanjuaninos han experimentado júbilo, cuando el río brindaba por doquier sus generosas aguas, para regar los frutos de extensas viñas o fértiles chacras, pero también angustia cuando sobrevenían las sequías, haciendo trizas sus sueños. Más allá de estas contingencias -a las que ahora se adiciona el calentamiento global- antaño existía un respeto admirable hacia todo aquello que tenía que ver con el agua de regadío. La limpieza de canales y acequias era cuidada no sólo por las autoridades pertinentes, sino por los mismos regantes. Esa conducta yo la viví, observando la "cultura hidráulica" de mis familiares y vecinos. También las funciones de ciertos empleados, como los "tomeros", "llaveros" y los conocidos "celadores" eran vistas como ocupaciones de prestigio y respeto. Luego, paulatinamente todo cambió. Con sólo salir y mirar se observa el paisaje obsceno que ofrecen canales, acequias, sifones y demás, colmados de basura. A mi entender esto tiene como explicación principal la carencia educativa, falta de conocimientos de la geografía local. Además de esta situación perentoria que vivimos se suma la "furia arboricida" como expresaba don Abenahamar Rodrigo: urge implementar en las currículas contenidos que tengan que ver con esta temática, y por supuesto hacer cumplir la ley a rajatabla, San Juan necesita del cuidado de su agua, de lo contrario el paisaje total se transformará en una travesía. 

  • La superficie agrícola de la provincia de San Juan tiene aproximadamente 102.000 hectáreas, de las cuales más de 89.000 son regadas con agua distribuida por la red de riego. Las más de 13.000 restantes son regadas con agua subterránea.

Por el Prof. Edmundo Jorge Delgado
Magister en Historia