Hay saturación de hechos que tienen que ver con la vida o con la muerte en todo el mundo. Hechos que deberían llamar a la reflexión a todos para evitar sumarse por error a fines reñidos con el bienestar general. No hay que vivar la muerte para demostrar la simpatía por uno u otro sector y hay que defender la vida, siempre.

En un solo día un misil lanzado por un avión de la OTAN en el distrito de Emam Saheb alcanzó un vehículo y mató por error a 7 policías en Afganistán. Unas horas después en otra parte del planeta, narcos asesinaron al alcalde del municipio mexicano de Chihuahua, Ramón Mendivil, después de la visita de Felipe Calderón a Ciudad Juárez y casi simultáneamente los argentinos se enteraron que la Ley de Medios sería presentada al Parlamento Europeo por el piquetero "K" Luis D’Elía y el titular del Comfer, Gabriel Mariotto.

Estamos en un mundo en el que pasaron los hechos descriptos y en un país -Argentina- en el que ciertas cosas se hacen para herir la sensibilidad nacional. Ha pasado demasiado tiempo como para creer que algunas cosas suceden por falta de experiencia gubernamental.

Se conoce que desde el abuso del poder se busca herir a quienes piensan diferente a través de hechos que no coinciden con la realidad ni con las esperanzas que todavía tienen muchos ciudadanos.

El país tiene un congreso nacional y allí debieron seleccionarse a personas para llevar la Ley de Medios al Parlamento Europeo. Pero cuidado porque tratar de tergiversar todo, en todo momento, puede ser una fenomenal y oculta estrategia para deteriorar los fundamentos nacionales.

Por empezar, falta claridad en ese tipo de acontecimientos porque en 48 horas D’Elía pasó de amenazar al gobierno a constituirse en un emisario para una de las más respetadas instituciones europeas.

¿Buscan sorprender? Sí, los argentinos están sorprendidos. Más, algunos empiezan a sentir temores ante un futuro inmediato que no visualizan claramente. No sirve tomar un micrófono, hacer un anuncio de cualquier naturaleza y atacar sin piedad a instituciones o personas que sirvieron al país. Y, no sirve porque ese tipo de conductas no está en la idiosincrasia de los argentinos que siempre han tratado de vivir conforme a las leyes y -simultáneamente- colaborando con las instituciones de su país o de su barrio.

La vida en comunidad es una construcción social y cultural que necesita de la buena voluntad de todos. Sobre ella -sobre la buena voluntad- no se pueden poner indiferencias ni sarcasmos.