Mientras todos observamos cómo Venezuela se ha convertido en una dictadura, se ha prestado poca atención a la desaparición en cámara lenta de la democracia en otros dos países: Nicaragua y Bolivia. Si siguen así, estas naciones bien podrían pasar a ser llamadas "dictaduras emergentes" de América Latina.


La gradual erosión de las libertades en Nicaragua y Bolivia me vino a la mente cuando entrevistaba hace pocos días a Sergio Ramírez, el escritor nicaragüense y ex vicepresidente sandinista que muy merecidamente acaba de ganar el codiciado premio Cervantes de Literatura, considerado por muchos como un premio Nobel del mundo de habla hispana.


Ramírez rompió filas con el ex líder sandinista y actual presidente Daniel Ortega a principios de los años noventa. En 1996, se postuló para presidente como líder de un partido de izquierda democrático que fundó, y luego de perder esa elección, abandonó la vida política para dedicarse de lleno a la escritura y el periodismo.


Cuando le pregunté cómo describiría políticamente a Nicaragua, respondió que "no es una democracia". También criticó duramente al régimen de Venezuela, señalando que su presidente, Nicolás Maduro, está tratando de "despoblar el país de todos los líderes de la oposición" para tener poderes absolutos.

Si bien la dictadura venezolana merece atención internacional, se debería mirar lo que está pasando en Nicaragua y Bolivia.

Hay pocas dudas de que Ortega, que gobernó entre 1985 y 1990 y fue reelecto en 2007, ha ido erosionando gradualmente la democracia en Nicaragua. Siguiendo los pasos de Venezuela, ha cooptado prácticamente todas las instituciones estatales, incluido el tribunal electoral, la corte suprema y el Congreso.


Ortega ganó una muy dudosa reelección presidencial en 2011, en la cual tenía prohibido constitucionalmente volver a postularse. Ahora, hay una "concentración del poder en una sola mano", me dijo Ramírez.


En Bolivia, mientras tanto, la situación es parecida. El presidente Evo Morales ocupa el cargo desde 2006, y se está postulando para un cuarto mandato consecutivo en 2019 a pesar de que la constitución se lo prohíbe, y que perdió un referéndum el año pasado que él mismo convocó para cambiar la constitución y volver a postularse. Sin embargo, como en Nicaragua, pocos fuera del país están prestando atención.


Si bien la dictadura venezolana merece atención internacional y hace falta presión colectiva para restaurar el orden democrático allí, también se debería mirar lo que está pasando en Nicaragua y Bolivia. Ya han dejado de ser democracias híbridas, y están más cerca de ser dictaduras institucionales.