El volantazo que debió pegar el gobierno nacional en el Área Metropolitana de Buenos Aires por el brutal incremento de contagios por Covid-19, es el primero de tantos que los funcionarios nacionales deberán al menos analizar a medida que pase el tiempo. Es dramático, pero lógico. Si alguien pensó que el combate contra el coronavirus en Argentina iba a fluir como un problema más, es porque no tomó real magnitud de la peste que está literalmente comiéndose al mundo, o porque no conoce este país. No hay que olvidar que somos personas conducidas por un grupo cuyo pensamiento festeja no pagar deudas. Para nuestros líderes institucionales eso no es irresponsabilidad, es progresismo. Hay organismos internacionales como la OIT o la ONU que ya hablan de que a fin de año casi el 60 por ciento de los niños van a estar por debajo de la línea de pobreza y que la desocupación llegará al 20 por ciento aproximadamente. 


Hace unos días en el programa Demasiada Información de LV5, charlamos con el periodista Juan Andrés Paulenko, de Radio del Plata y Radio Universidad Nacional La Matanza, en la provincia de Buenos Aires. El contacto nació para conocer la situación de la pandemia en esa zona. Paulenko dejó definiciones aterradoras: "Hay barrios en los que no entra la -policía- bonaerense y están pidiendo que el Ejército los ayude a entrar para intentar saber qué hay en esa zona". O "No se sabe a ciencia cierta qué cantidad de gente vive en La Matanza, porque cuando se hicieron los censos nadie quería entrar a algunas zonas y los que censaban tiraron números al boleo. Seremos un poco más de 3,5 millones, más o menos". Y la de mayor coyuntura: "Hay hospitales que ya están colapsados. Según las autoridades de la provincia -de Buenos Aires- hay 200 camas de terapia intensiva solamente". Es decir, se puede asegurar que nadie sabe lo que está pasando en esas zonas con el Covid-19. Si no se sabe qué pasa en esos lugares donde se concentra la mayor cantidad de población del país, es muy difícil que se pueda poner control al virus. Al menos en algún tiempo razonable. No sé cómo es en otros países, pero con esa información fácilmente se puede intuir por qué Argentina tiene la cuarentena más larga del mundo: simplemente tenemos un Estado que no sabe donde está parado, para cuanta gente trabaja ni cuántos de los habitantes de este país son más o menos vulnerables. 


Tenemos un país devastado económicamente, y sin rumbo claro en la política. El Presidente no domina totalmente a su gobierno, y el supuesto principal líder de la oposición, Mauricio Macri, tampoco lo hace con su tropa. La política argentina está en una etapa de bifurcaciones e inestabilidad que ya era tremenda antes del Covid-19. El Presidente, gracias a este infinito contratiempo de la pandemia, no ha tenido tiempo de fabricar política y ha tenido que dejar que La Cámpora se apropie de todo lo que quedaba por apropiar. La agrupación K está manejando el PAMI y la Anses, las dos grandes cajas del Estado fuera del presupuesto. Ellos y el Presidente no son lo mismo, a pesar de los inmensos esfuerzos del mandatario por caerles bien. Se nota a lo lejos. La incómoda posición en la que ha quedado el mandatario con la expropiación de la empresa Vicentín lo deja al margen de la agenda del país, porque tampoco conduce la agenda vinculada a lo sanitario, ya que esa es inmanejable. 


No somos Brasil, ni Chile, ni Estados Unidos, somos un poco peor. Esa es la base y deberíamos tenerla en cuenta a la hora de poner en evaluación lo que nos pasa y por qué Fernández hace lo que hace. ¿Se equivocan Fernández y compañía? la curva de contagios y muertes que exhibe el gobierno nacional son altamente positivas, si se compara esas cifras con países de cualquier continente. Pero claro, el costo es alto. Argentina tiene récord mundial de cantidad de días de aislamiento y no es una marca que le caiga simpática a nadie. Los que más la sufren son los que viven en torno a la Casa Rosada o la gobernación de Buenos Aires, pero si el freno continúa, muy probablemente lo terminemos sufriendo todos. Siempre hablando de economía, claro. La plata que llega a San Juan por coparticipación federal de impuestos ocupa casi el 80 por ciento del presupuesto total que tiene esta provincia. Un parate tan largo en el principal generador de recursos para esa coparticipación, pues seguramente impactará en el resto del país. Si algo nos faltaba, es que nos falte la plata, justamente. 


Hay algunos aciertos que ha tenido Fernández en la toma de decisiones: cerrar las fronteras del país cuando se hizo, neutralizar el transporte público y la convocatoria a los médicos y a los científicos argentinos, podrían anotarse en el haber. Pero también hubo errores: a la par de conseguir equipamiento, es posible que el gobierno nacional hubiera podido iniciar un rastreo de casos en las zonas más populares o de mayor riesgo, donde casi con seguridad iba a llegar el virus. Incluso el Plan Detectar, que se aplicó con éxito en zonas complicadas, fue una prueba de lo anterior, ya que el ritmo de contagios en esos lugares bajó considerablemente. Se conoció el número de personas infectadas y fue disminuyendo simplemente porque ya no habían más personas. Todos habían sido testeados. 


En resumen, este país tiene la desgracia de haber llegado a la pandemia de la forma en la que llegó, por eso a nosotros nos va a costar bastante más. Fernández lo sabe y por eso se decidió por la maniobra lógica y fácil: cerrar todo. El problema es que la gente está muy cansada y ahora depende de todos, no solamente de Fernández y compañía. Se puede volver a Fase 1, como hizo el presidente, pero el cumplimiento ocurrirá solamente si las personas lo quieren hacer. No se puede poner a un policía en cada esquina y hasta los policías están cansados. Hemos llegado solos a este estado, y la salida depende de nosotros mismos, como fue desde un principio.