"...Pues que sabemos que nos engaña así naturaleza, porque ese cielo azul que todos vemos, no es cielo ni es azul, lástima grande que no sea verdad tanta belleza", últimos tres versos del soneto de Leonardo de Argensola del siglo XVI. La mentira, o la ilusión de algo bello que sabemos que no es verdad, están ahí, a nuestro lado. "Es más fácil la ilusión de ser rey que llegar a serlo" decía Erasmo. La demostración de una hipótesis matemática tiene, para el autor, una belleza sublime. Se arranca de un supuesto posible y tras un trabajo arduo, solitario y silencioso se arriba a un teorema, una verdad que será definitiva, irrefutable. Igual ocurre con la otra ciencia formal, la lógica. Pero una vez que interviene el sentimiento del ser humano, el deseo de que todo vaya y salga como uno desea, aparece esa debilidad que a veces se ha llamado voluntarismo y se abona el terreno para que crezca la mentira, esa maleza que solemos cultivar y que a veces termina más frondosa que la verdad. Una amiga viñatera sufría los rigores de una sequía, pidió audiencia con el Director de Hidráulica y le contó la imposibilidad de regar toda su finca. El funcionario le dio una respuesta simple y categórica: Señora, es que no hay agua. ¿A vos te parece que me conteste eso? ¿Para eso le pagamos el sueldo? Prefería una mentira, una ilusión o alguien a quien culpar. Esta realidad, muy conocida y sufrida por políticos y médicos los lleva a desarrollar tácticas evasivas ante al pedido de pronósticos. Las perspectivas de economistas que nos ven como el médico clínico frente al resultado del laboratorio son muy distintas de las que escuchamos a diario por nuestros gobernantes. Es posible que los diagnósticos no difieran tanto, pero sí la manera de interpretar. Vamos a poner la Argentina de pie, empezamos a reconstruir el país! Estamos sanando las heridas del pasado! Mientras, los análisis siguen dando mal, el riesgo país es el de un default, el dólar sube, las ventas bajan, la heladera sigue flaca, el déficit fiscal superó límites históricos aun antes de la pandemia...en fin. A veces, a quienes pretendemos decir la verdad nos da miedo, sobreviene la calificación de "contreras", pesimistas o, lo que es peor, la acusación de que esperamos un fracaso para satisfacer nuestro ego. Consecuencia, prevalece la mentira no solo porque haya dirigentes malos sino porque nosotros esperamos que se nos mienta. "Si decíamos lo que íbamos a hacer no nos votaba nadie" declaró con sinceridad Carlos Menem quien había prometido una revolución productiva y terminó desarmando la industria nacional por la apertura de importaciones. Al contrario de la expresión brutal que usó Winston Churchill para ganar las elecciones en el Reino Unido en medio de la Segunda Guerra: "Yo les ofrezco sangre, sudor y lágrimas", nuestro General Galtieri era ovacionado en la Plaza de Mayo cuando gritaba "Que venga el principito" durante la guerra de Malvinas. El periodista estrella de la televisión oficial, José Gómez Fuentes, arengaba diciendo que íbamos ganando a los piratas ingleses, ante el entusiasmo de nuestra gente. Todos sabíamos que era una mentira, pero preferíamos creerla antes que asumir lo que iba a ser una derrota contra la OTAN, derrota contra el Reino Unido y contra la mentira. Dady Brieva, en un intento desesperado de hacer coincidir la realidad con sus deseos, ha llegado a negar que José López arrojara bolsos con 9 millones de dólares por encima de la reja de un Convento de monjas, algo que todos vimos por las filmaciones de las cámaras de seguridad, hecho que también vieron los jueces que lo mandaron preso. ¿Psicología social? Tal vez. ¿Manipulación? Seguro. En este marco el Estado, que suele ser la principal fuente de mentiras, crea bajo su jurisdicción un organismo, el Nodio, para controlar la verdad. Como hubiera dicho Victoria Ocampo, hasta en el teatro parecería exagerado. Sabiamente recita Serrat en una canción "nunca es triste la verdad, lo que no tiene es remedio", forma exquisita de afirmar que, al final, la verdad siempre gana. Oscar Wilde, reflexionando sobre la bondad de evitar la simulación dijo en lenguaje teatral: "Sé tu mismo, los demás papeles ya están ocupados". Esta actitud frente a la verdad es más sana y da mejores resultados."Las malas noticias rápido, para que uno pueda echar mano a los problemas, las buenas pueden esperar" enseñaba mi abuelo. Lo malo de hoy es que ni siquiera condenamos la mentira una vez descubierta, es como si no quisiéramos reconocer que fuimos torpes e ingenuos y hasta disfrutamos que nos engañaran. Si el método de ocultar la verdad o dibujarla con palabras difíciles hubiera dado buenos resultados, uno podría omitir la crítica moral, jugamos mal pero ganamos. Pero no es así, la torta es cada vez más chica y somos cada vez más los sentados a la mesa. A la larga, las patas de toda mentira "piadosa" se acortan y aparecen cosas como el número de la pobreza. No se habían puesto las soluciones porque nadie se enteró que se necesitaban. No somos el único país que sufre este fenómeno, ya lo sufrieron el Reino Unido con la supuesta invasión de 70 millones de turcos si no iban al brexit y los demócratas de USA con la supuesta invasión de mexicanos y la muralla de Trump. La mentira tiene en el mundo patas muy largas, son los resultados los que las tienen cortas.