"La llamo la Teoría del Loco, Bob. Quiero que los Norvietnamitas crean que he alcanzado el punto en el que podría hacer lo que fuera para parar la guerra. Correremos el rumor de que estoy obsesionado con el comunismo, que mis asesores no me pueden reprimir cuando estoy furioso y que tengo siempre la mano cerca del botón nuclear y verás cómo el mismo Ho Chi Minh estará en dos días suplicando la paz en París". Con estas palabras se dirigía Richard Nixon, presidente de USA, a su jefe de Gabinete Bob Haldeman. En octubre de 1969, el "loco suelto" se atrevió a poner en alerta de guerra total global a sus FFAA y ordenó que bombarderos con armas termonucleares volaran muy cerca de la frontera soviética durante tres días. El propósito era mostrarse al mundo como irracional, volátil, impredecible, infundir temor al holocausto final y así disuadir provocaciones. En verdad estas acciones, similares a las que está practicando Donald Trump en Siria, tienen también la función de descubrir amistades secretas entre países y evaluar la reacción de terceros para el caso de que realmente fuera necesario contar solidaridades.

El gobierno de país chico que desafíe a los grandes irá a dictadura.

El de Kim Jong-un es un caso que daría para interpretar que desea aparecer ante el mundo como un loco que espera ser reconocido dentro del pequeño club de potencias con tecnología nuclear, algo autorizado exclusivamente para el puñado de países que controlan el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas. Le irá muy mal si seguimos el razonamiento de Carlos Escudé, el intelectual argentino que diseñó la política exterior que nuestro país siguió desde la década de los noventa hasta el segundo mandato de Cristina Fernández más allá de algún cambio retórico. Escudé no hace más que describir la realidad con una fórmula muy sencilla que se podría describir así: no todos los países pueden ejercer el mismo grado de soberanía. Por más que sus leyes lo sostengan y los orgullos nacionales ingresen en todos los discursos, hay en el mundo una ley no escrita que estratifica los grados de libertad en política exterior según el tamaño, economía y poder militar de cada cual. Vendría a ser como en el fútbol, hay una tercera categoría, una segunda, un ascenso y finalmente la superliga. Por debajo de todo eso están los parias, los que ni siquiera forman parte de la estructura, espacio al que acaba de caer la Venezuela de Maduro expulsada hasta del Mercosur. Aquel gobierno de país pequeño que intente desafiar por cualquier medio a los grandes, terminará indefectiblemente empobreciendo a su pueblo y finalmente girando a una dictadura. Nosotros lo vivimos en la piel con Malvinas en el campo militar y más recientemente con el repudio de la deuda externa, hecho este último que nos llevó al borde de una autocracia cuando el pueblo salió a la calle pidiendo "que se vayan todos". Posiblemente es lo que viera Jesucristo cuando parte del pueblo judío oprimido por Roma le pedía que liderara una revolución armada como lo sugería Barrabás. El Cristo anticipó en milenios lo que ahora se describe como teoría del centro y la periferia, metáfora perfecta de la CEPAL de Raúl Prebisch que complementa Escudé con el concepto de Realismo Periférico. "Mi reino no es de este mundo" y "dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios" fueron sus geniales respuestas, las de un gran líder que vela por el bienestar de su pueblo antes que por la satisfacción de sus deseos. El abandono de ese realismo terminó con Jerusalén arrasada al igual que había ocurrido en el enfrentamiento con Babilonia. Siglos después de vagar por el mundo sin territorio, fue su alianza con el poder de occidente la que habilitó el nacimiento del actual Israel no sin antes haber sufrido grandes penurias. Por otra parte, la conquista del mundo por los cristianos se dio desde el corazón de la Roma imperial. Luego de la Segunda Guerra, ha sido la alianza de Japón con occidente la que ha transformado su ancestral orgullo en uno menos poético pero más contundente, ser una de las grandes potencias del mundo. Otro ejemplo es Corea del Sur. Ya que estamos, es interesante comparar, como ejemplo, a las dos Coreas. La del Norte, de tamaño y población bastante similar a la del Sur (ambas con superficie apenas superior a San Juan pero con 50 millones de habitantes), es uno de los países más pobres del planeta, con apenas 2.400 dólares de ingreso anual per cápita (Argentina anda por los 14.000). La parte prooccidental es una de las más ricas y poderosas con 10 veces más de ingreso, 29.000 y un Índice de Desarrollo Humano de los más altos ocupando el puesto 11 del planeta contra el 179 de la "República" de Kim Jong-un. Es decir, una, sacrifica la calidad de vida de su población en aras de un desarrollo militar que no puede pagar y usa la supuesta amenaza externa como argumento para mantener sojuzgados a sus habitantes.

La otra crece veloz proveyendo bienestar a su gente. Una es previsible con sus leyes, tiene justicia independiente y parlamento con voces diversas mientras que la otra es una dictadura absolutista y hereditaria en la que no sólo se asesina a los opositores sino también a los posibles competidores por la sucesión en ese trono "democrático". ¿Cuál será la ventaja que alguien puede ver en tener una bomba H mientras su pueblo se muere de hambre? ¿Cuál es su estrategia de inserción en el mundo cuando Norcorea ni siquiera tiene el apoyo de un poderoso como fue la URSS para Cuba? ¿En qué momento ciertos líderes ingresan en la insanía mental que les impide ver dónde están parados? De esto, los argentinos tenemos mucho que aprender. No ha pasado tanto tiempo desde que abandonamos el Movimiento de Países no Alineados, desactivamos el "loco" proyecto del misil balístico Cóndor II y de la absurda sociedad con Sadam Hussein. Un cambio grave aunque no consumado de esta línea externa ha sido la sociedad política con Chavez de Venezuela y la firma del documento con Irán que ahora tiene a sus suscriptores acusados de traición a la patria. En democracia, la función de la política exterior debe ser la de servir a los ciudadanos y facilitar su desarrollo, no la de sostener sus elites gobernantes levantando patriotismos falsos que no se pueden sostener ni militar ni económicamente. Que nos sirvan de algo Kim Jong-un y su bomba.