"... Nuestro vals cuyano es fácilmente diferenciable de otros que ha acunado la música nacional; se distingue por más lento y cadencioso y haber adoptado la idiosincrasia y sentimientos del hombre de Cuyo...".


Abrazado a la historia del género universal, el vals regional, pariente cercano del criollo, es una de las expresiones más bellas del cancionero argentino. Probablemente tenga su vínculo americano con las viejas marineras y habaneras que se independizaran de la zamba, sin perder de vista su condición de música universal, sin fronteras, que echó raíces en todos los rincones, a imagen y semejanza de cada región; logró así lo que ninguna otra expresión musical ha conseguido, universalidad y regionalismo.


Nuestro vals cuyano es fácilmente diferenciable de otros que ha acunado la música nacional; con rasgos comunes con el vals ciudadano (emblema romántico de organitos y serenatas), se distingue de este por más lento y cadencioso y haber adoptado la idiosincrasia y sentimientos del hombre de Cuyo. Captó gran parte de su esencia el vals galano que se perfiló en los arrabales de Córdoba.


En muchas regiones del país, particularmente los barrios porteños, el vals ha sido el mejor refugio de serenatas y nostalgia. Para esos menesteres, en Cuyo anda en yunta con la tonada, por el compartido mensaje romántico y oferente que ambos contienen.


El vals es una de nuestras producciones que mejor nos representa en el concierto nacional e internacional; ejemplos, entre tantos, las piezas bellísimas y consagradas de Montbrum 0campo ("A unos ojos", "Amémonos", "A unos celos"); las de Buenaventura Luna ("Puentecito de mi río", "Con el atardecer", "Los últimos gauchos"); las de Hilario Cuadros ("La Monjita"); de Félix Blanco y su antológica "Nochecitas de San Juan" y los contemporáneos "Sangre Extranjera", de Saúl Quiroga, "San Juan por mi sangre", de Ernesto Villavicencio, entre otros y los que humildemente traté de aportar con mi obra. Un hecho singular es el de ""Ciudad de San Luís" que, sobre la música de Zavala y Alfonso, nuestro talentoso y desaparecido comprovinciano Eduardo Troncazo le puso letra y rescató con extraordinario éxito casi del olvido. Sin embargo, herederos de los autores de la música no le permitieron inscribir esta coautoría. Muy triste, porque no admitieron que ese vals es el gran éxito que es gracias a su rescate por el poema de Eduardo.


De veinte años a esta parte es enorme la producción de vals cuyanos, muchos de ellos extraordinariamente bellos, temáticas que se inclinan hacia el paisaje de barrios que circundan las ciudades e incorporan cada vez mejores expresiones poéticas, profundizando y enriqueciendo su intrínseco contenido romántico. Es imposible en la estrechez de una nota mencionar los más importantes; tampoco sintetizar, porque podríamos pecar de olvidos injustos. Suponer que muchos de ellos, dentro de poco, han de incorporarse al panorama nacional y serán patrimonio de todos, para nuestro orgullo. El vals cuyano ha sido grabado por intérpretes de todo el mundo; no avejenta jamás, por su fidelidad a su terruño y sus raíces universales. 


Y digamos que, quizá por ahora, no se baila y eso no es bueno ni malo, es un rasgo propio; el tiempo se encargará de sus rumbos.

Por el Dr. Raúl de la Torre
Abogado, escritor, compositor, intérprete