Las actitudes representan una diversidad que adquiere matices diferentes según los lugares y los modos de vida y es la fuente de alimentación de lo que el hombre piensa y hace. No todos reaccionan igual ante un mismo hecho social y esa diferencia es lo que promueve el debate que termina en el consenso o el disenso.
Son posición, disposición y puede ser gesto o porte. La actitud puede ser de ataque, de defensa, de fuga, de temor, de mando y no tiene que ver con las postura.
Todo se piensa, se hace, se ve y se analiza más fácilmente como si el significado de facilidad estuviera más a tono con la época en que se vive. No se tiene en cuenta la profundidad del significado que es lo que nos enfrenta con un mundo abstracto al que se considera impreciso, indeterminado o indefinido.
Lo profundo es complejo pero vale la pena detenerse en ello. No es ni fácil ni difícil es sencillamente prestar atención a las actitudes que antes se dejaban sueltas en un contexto de análisis.
En el verano, que suele ser la estación más agasajada por algunas generaciones, se tienen actitudes más pasajeras porque todo se concentra en el pasarla bien en cualquier lugar y a cualquier hora. Por ello, se producen actos imprevistos como los ataques de los jóvenes que, en estos tiempos y en nuestro país, beben sin ningún control de las autoridades.
El objetivo parecería ser -según algunos hechos que se vieron por la televisión- alcanzar una pérdida de la conciencia, ignorando que se llama conciencia al saber de sí mismo, al conocimiento que el espíritu humano tiene de su propia existencia.
El concepto de conciencia se aplica a lo ético, a los juicio sobre el bien y el mal de nuestras acciones. En tanto que cuando se habla de "tomar conciencia" se refiere a darse cuenta, percatarse o reparar sobre un hecho o un estado individual.
El interrogante más serio es si las actitudes de un ser humano o de un grupo humano permiten una evaluación justa, porque en esas evaluaciones hay apreciación, valoración o cálculo.
Lo cierto es que antes de actuar un ser humano debe pensar cuáles serán los efectos de su conducta. No basta, ni sería justo, pensar sólo en la situación individual porque nadie está desligado de las condiciones y reclamos de su entorno.
El análisis del mundo de las actitudes puede parecer complicado pero no lo es y ayuda a ser justos con las personas que tratamos en la vida cotidiana porque no favorece la crítica y ayuda a la comprensión que es -sin dudas- la mejor garantía para la convivencia.